Haber sido compañero de Ayrton Senna en el mítico equipo Toleman de 1984 o que Magic reconociera tiempo después, que su colega venezolano quizás fue quien más difícil se lo puso a igual coche, se entiende, no impide que el bravo Cecotto de comienzos de la década de los ochenta del siglo pasado, sienta algo roto por dentro porque uno de sus chavales, precisamente el que lleva su nombre de pila, se ha visto obligado a arrastrase en GP2 y renunciar a dar el salto por falta de patrocinio.
La cosa está dura en todos los sitios. J-Car suele recordárnoslo de vez en cuando: el petróleo ya no es lo que era y da para menos que antes, y Venezuela en su versión petrolera, prefiere seguir apostando por Pastor en vez de abrir el camino a un Johnny Amadeus Cecotto que visto lo visto, pasará desapercibido en el mundo del motorsport por ausencia de suerte.
Y menciono la palabra «suerte» porque para qué voy a engañaros, será el artificio que esgrimirán los que siempre lo tienen claro a toro pasado. Los que cuando caen Caterham o Marussia, o Lotus las pasa putas, aluden a que el negocio de la Fórmula 1 no es una ONG; los mismos que argumentan que nuestro deporte siempre se ha nutrido de asientos de pago aunque jamás haya dado tantos beneficios por centímetro cuadrado; pero olvidan, no sé si intecionadamente o no, que sin unas mínimas oportunidades, ni siquiera Gilles Villeneuve habría sobrevivido a ese prejuicio capitalista que dice que tanto sacas la cabeza como tanto vales, económicamente hablando.
Con el descuelgue reciente de Roberto Merhi, precisamente por falta de patrocinadores, duele comprobar una vez más que mientras la rana Gustavo y Peggy pantorrillas debaten sobre si el ferrarismo más puro depende de si uno necesita Viagra o Hemoal, en el mundo suceden cosas como este sindiós que supone que alguien se lo piense a la hora de apoyar a Pastor o a Cecotto junior.
Mira que quiero al cacique, pero el de Maracay no deja de ser el pasado reciente y además, adornado con pésimos números. Qué le pasa al capital, incluso si viene de un universo presuntamente socialista al que escupimos a diario, que no ve que el chiquillo de aquel tipo que se rompió las piernas y su carrera en los prolegómenos del Gran Permio de Gran Bretaña de 1984 mientras daba a conocer el nombre de Venezuela, merece una puñetera oportunidad, siquiera para hacer lo mismo que hace Pastor en el momento de escribir estas líneas, aunque con mayor proyección de futuro.
Todo es igual que antes, pero escalado, sobredimensionado. Antes te buscabas la vida, engañabas a dos almas cándidas, alquilabas un monoplaza que casi se caía a pedazos y con suerte de la auténtica, corrías dos o tres carreras. Te dabas a conocer. Llamabas la atención y si había suerte de la buena, pillabas a quien se jugara contigo los cuartos apostando a que eras un puto fenómeno.
Hunt empezó así, pero hoy se habría comido el mismo colín que se comen los innumerables talentos que se nos quedan en el camino porque Bernie es el jefe del cotarro e impone las reglas de un mundo que alardea de ser igual que el de antes, pero en el que el dinero necesario comienza a contabilizar cuando detrás del punto muestra seis ceros o más.
Tocar el cielo resulta caro de cojones, siempre ha sido así, pero lo de que haya tanto aduanero comisionista por medio, eso sí que es reciente.
Os leo.
Os leo.
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