Si Helmut Marko fuese tan buen actor como Jean-Claude Van Damme o Chuck Norris, en vez de hacer como el belga un spagat sobre dos Volvo que iban marcha atrás, o un split completo entre las alas de dos aviones de transporte, como hiciera el texano sosteniendo sobre su stetson a 11 rangers que dibujaban un hermoso árbol de Navidad, el austriaco, con el consabido «Only Time»
de Enya como música de fondo, habría hecho el pino entre los RB10 de
Seb y Dani circulando a más de 200 kilómetros por hora para tomar Eau Rouge y encarrilar en un suspiro Raidillon y Kemmel, pero sujetando con sus pies a todo el equipo Red Bull y con Adrian Newey situado en lo más alto…
Entendámonos, Marko es a Red Bull lo que la cabellera al Sansón de Dalila, una marca de la casa sin cuya existencia sería imposible entender el contexto en que se desarrollan los hechos.
También es verdad que el bueno de Helmut acojona tanto que mi hijo Josu se olvida las llaves y toca el timbre de madrugada, y me sobresalto imaginándole entrando en casa como hiciera en el box de Toro Rosso, para ponerme las peras a cuarto a mí como hizo con Jaime por haber estorbado a Sebastian en Yeongam. Hasta tal punto perturba mi fuerza este individuo, que cuando el abono de una factura se retrasa, sospecho siempre que ha sido él quien ha llamado a mi cliente para que me pase por la piedra por mis muchas faltas de respeto y pecados, como le ocurriera precisamente a Jaime a finales de 2012, con la parrilla para 2013 cerrada a cal y canto y sin margen para buscar un nuevo asiento…
En fin, que me distraigo. Helmut Marko es Red Bull y tiene demasiado poder porque se le hace demasiado caso, y aquí pongo pie a tierra porque no caben más paños calientes. Colérico, iridiscente a ratos, también tiene sus momentos de iluminación el buen hombre, y al cabo de la terminación del Gran Premio de Malasia no ha tenido mejor ocurrencia que decir que «Lo cierto es que con un mejor motor estaríamos en lo más alto de nuevo.»
Bien, como frase lapidaria vale un huevo, lo reconozco, pero si Ferrari dispusiera de un chasis mejor, un ejemplo, también estaría en lo más alto. O ya puestos, si Caterham o Marussia tuvieran un mejor chasis y un mejor motor, también estarían arriba…
Quiero decir con todo esto que creo honestamente que a Marko se le da excesivo protagonismo en los medios porque en el fondo, los periodistas le necesitan tanto como él a ellos.
A ver, una perogrullada puede ser una chorrada si se pasa de puntillas sobre ella, o puede suponer un lingam sobre el que reflexionar ad nauseam o alcanzar la iluminación si llega a noticia de portada, que es el caso, pero lo malo, como he confesado hace unas líneas, es que a mí estas cosas me producen pesadillas del calibre de las que supongo, el vociferante asesor de Red Bull produjo en su día en una de nuestras mejores promesas en Fórmula 1 cuando decidió unilateralmente, que Jaime Alguersuari no volvería a pisar un habitáculo.
Helmut lleva peligro y quizás demasiado, pero con estos tipos considero que hay que ser pelín iconoclasta, porque vale que lleve a Seb de pintxos por Donosti, pero no deja de ser un arrogante de tres al cuarto, ya que la Fórmula 1 es así: si no tienes el mejor motor no estás arriba, como si no tienes el mejor chasis, y cuando sucede, que tarde o temprano toca aquello de probar uvas amargas, lo mejor es callarse antes que dar el cante. En todo caso, como diría mi abuelo: «Hay que aceptar que en la vida no todo es camino de rosas y a veces, toca beber una cucharada de purgativo para entender de qué van las cosas.»
Marko ha abierto las aguas con su cayado según algunos medios, pero sinceramente creo que el austriaco se ha topado con una masa de líquido acuoso a la que desde tiempos antiguos denominamos Mediterráneo. Es un lugar común, algo que debería darse por sabido, que enseñan en la escuela, pero el caso, lo importante, es que Helmut Marko lo ha descubierto ahora e imagino que el mar de mares, la cuna de la civilización occidental, lejos de abrirse como pretende el manús de Red Bull, le está enseñando en estos momentos el dedo corazón en alto, haciéndole la peineta, vamos, quién sabe si vengando a Jaime o a mis noches de desasosiego.
Os leo.
Entendámonos, Marko es a Red Bull lo que la cabellera al Sansón de Dalila, una marca de la casa sin cuya existencia sería imposible entender el contexto en que se desarrollan los hechos.
También es verdad que el bueno de Helmut acojona tanto que mi hijo Josu se olvida las llaves y toca el timbre de madrugada, y me sobresalto imaginándole entrando en casa como hiciera en el box de Toro Rosso, para ponerme las peras a cuarto a mí como hizo con Jaime por haber estorbado a Sebastian en Yeongam. Hasta tal punto perturba mi fuerza este individuo, que cuando el abono de una factura se retrasa, sospecho siempre que ha sido él quien ha llamado a mi cliente para que me pase por la piedra por mis muchas faltas de respeto y pecados, como le ocurriera precisamente a Jaime a finales de 2012, con la parrilla para 2013 cerrada a cal y canto y sin margen para buscar un nuevo asiento…
En fin, que me distraigo. Helmut Marko es Red Bull y tiene demasiado poder porque se le hace demasiado caso, y aquí pongo pie a tierra porque no caben más paños calientes. Colérico, iridiscente a ratos, también tiene sus momentos de iluminación el buen hombre, y al cabo de la terminación del Gran Premio de Malasia no ha tenido mejor ocurrencia que decir que «Lo cierto es que con un mejor motor estaríamos en lo más alto de nuevo.»
Bien, como frase lapidaria vale un huevo, lo reconozco, pero si Ferrari dispusiera de un chasis mejor, un ejemplo, también estaría en lo más alto. O ya puestos, si Caterham o Marussia tuvieran un mejor chasis y un mejor motor, también estarían arriba…
Quiero decir con todo esto que creo honestamente que a Marko se le da excesivo protagonismo en los medios porque en el fondo, los periodistas le necesitan tanto como él a ellos.
A ver, una perogrullada puede ser una chorrada si se pasa de puntillas sobre ella, o puede suponer un lingam sobre el que reflexionar ad nauseam o alcanzar la iluminación si llega a noticia de portada, que es el caso, pero lo malo, como he confesado hace unas líneas, es que a mí estas cosas me producen pesadillas del calibre de las que supongo, el vociferante asesor de Red Bull produjo en su día en una de nuestras mejores promesas en Fórmula 1 cuando decidió unilateralmente, que Jaime Alguersuari no volvería a pisar un habitáculo.
Helmut lleva peligro y quizás demasiado, pero con estos tipos considero que hay que ser pelín iconoclasta, porque vale que lleve a Seb de pintxos por Donosti, pero no deja de ser un arrogante de tres al cuarto, ya que la Fórmula 1 es así: si no tienes el mejor motor no estás arriba, como si no tienes el mejor chasis, y cuando sucede, que tarde o temprano toca aquello de probar uvas amargas, lo mejor es callarse antes que dar el cante. En todo caso, como diría mi abuelo: «Hay que aceptar que en la vida no todo es camino de rosas y a veces, toca beber una cucharada de purgativo para entender de qué van las cosas.»
Marko ha abierto las aguas con su cayado según algunos medios, pero sinceramente creo que el austriaco se ha topado con una masa de líquido acuoso a la que desde tiempos antiguos denominamos Mediterráneo. Es un lugar común, algo que debería darse por sabido, que enseñan en la escuela, pero el caso, lo importante, es que Helmut Marko lo ha descubierto ahora e imagino que el mar de mares, la cuna de la civilización occidental, lejos de abrirse como pretende el manús de Red Bull, le está enseñando en estos momentos el dedo corazón en alto, haciéndole la peineta, vamos, quién sabe si vengando a Jaime o a mis noches de desasosiego.
Os leo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario