viernes, 14 de marzo de 2014

¡Maldición!


Acabo de aterrizar, como quien dice, y tras quitarme de las botas el polvo de unas últimas semanas algo durillas y espesas en términos de trabajo, me encuentro con que el oso aquel cuya piel habíamos dicho que no convenía vender antes de verlo muerto, no solo sigue vivo y coleando sino que además, ha amanezado con dar algún zarpazo que otro durante la primera jornada de entrenamientos libres del Gran Premio de Australia, de idéntica manera a como ahora mismo se empeña en herirme los ojos el sol que se abre paso a través de las encinas de Basotxu mientras declina para dar con sus huesos en el mar.

Es tarde para ponerse las Ray Ban pero un horario más que adecuado para servirme el bien merecido vaso de whisky seco y ponerme en la boca la Falcon que me acompañará mientras escribo…

En fin. Entre pitos y flautas nos hemos colocado en Melbourne quitándonos de encima la resaca de unos meses de incertidumbre, que aunque han pasado más rápido que otras veces, comenzaban a resultar plúmbeos en cuanto a run-rún alemán.

Y es que sí, Mercedes AMG ha ido de cine en pretemporada y con ella todos los cacharros que montan la unidad propulsora de Stuttgart, de forma que si bien estaba cantado que en Australia iban a seguir haciendo de las suyas los de la estrellita de tres puntas, tampoco conviene lanzar las campanas al vuelo en viernes de entrenamientos ya que aún queda por delante una prueba entera, con su calificación y sus cosas, y después vendrán otras dieciocho más que tendrán cada una lo suyo, incluso la última, que este año puntúa doble.

Vamos, que la temporada viene larga y espesita, y aunque a priori la germana y sus deudores parten como favoritos (¿qué sesión no tiene un avatar que mira al cielo y lo señala marcando el camino?), tampoco en esto conviene andar vendiendo la piel de ningún equipo, ni siquiera de Ferrari, que estamos en marzo y hasta noviembre quedan nada menos que ocho meses, uno detrás de otro.

Pero a lo que iba, que no es otra cosa que a puntualizar lo obvio, porque Red Bull puede correr coja de aquí a verano, pero es la vigente campeona del mundo y defiende título, que no se nos olvide, galardones que deberían servir de aviso a navegantes más si cabe cuando el tetracampeón más joven de la historia va al volante de uno de los RB10 de Milton Keynes.

Hace semanas que llevo dando el peñazo recordando 2009. El año anterior había ganado Lewis Hamilton a mi Felipe por un punto en Interlagos. El británico venía de haber sobresalido en 2007 sobre un Fernando crucificado por su propia escudería y se esperaba que revalidara entorchado, pero el MP4/24 salió tostón y el de Stevenage se vio en la obligación de aguantar lo indecible mientras comenzaba a arrastrar sus pies por el enlosado disforme que lleva al infierno.

A pesar de todo, fue precisamente en 2009 cuando firmé las paces con Lewis, cuando cerré mis propias heridas y acepté que aunque inmaduro, el cachorro me valía la pena porque las agallas y el temple se muestran mejor en el lado oscuro de la luna que en el iluminado.

Seb tiene una asignatura pendiente conmigo como con muchos de vosotros, y sospecho que estamos a puntito de verlo en estado puro, como cuando a bordo de un Toro Rosso bregaba por llegar a meta octavo, o cuando con el RB5, en franca desventaja frente a la todopoderosa Brawn bendecida por la FIA y los astros señores del universo, presentó batalla con un coche inferior en condiciones para clavar la aguja del cronómetro del Mundial a tan solo 9 puntos de Jenson Button, coronándose así como subcampeón del mundo.

¡Maldición y mil veces maldición! Pensaba que 2014 iba a interesarme poco y mira tú por dónde, tras lo leído sobre el primer día de entrenamientos de Melbourne, acabo de encargar un camión entero de palomitas.


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