viernes, 3 de enero de 2014

¿Quién se acuerda de Mercedes?


Michael cumple años más allá de la profundidad que aguanta su armadura de atleta. Las horas pasan y su casco reposa sobre la arena del fondo del Atlántico a la espera de que las máquinas vuelvan a responder, el submarino recobre la estabilidad y el aire que lo alimenta comience a ser de nuevo respirable para que al menos dé tiempo a llegar a la superficie.

Está jodida la cosa. No imaginaba que fuese para tan largo aunque los que saben de esto se pronuncian una y otra vez del lado de la esperanza. La asusencia de noticias siempre es una buena nueva que hay que tasar en lo que vale. Pero la batalla se desarrolla más allá de donde llegan nuestros ojos y eso es lo más pernicioso para nuestra paciencia, pues entre comunicado y comunicado, los segundos que el Kaiser devoraba en un santiamén sobre el asfalto se convierten aquí afuera en losas complicadas de soportar.

Es fuerte, lo dije el otro día. Trajo a la Fórmula 1 la fortaleza física y mental al volante y hoy sus herederos siguen trabajando sobre el mismo arquetipo que le llevó a vencer en los circuitos, a ser voraz como nadie, implacable hasta la extenuación, noble a su manera pero también duro de cojones.

Os he relatado muchas veces que no cumplo años el 18 de agosto, cuando oficialmente me toca, sino el 24 de abril. Que me hago viejo conforme mi hijo Josu metaboliza los respectivos 12 meses que le corresponden. Por ser sincero, os diría que las cosas de mi edad resultan hoy aún más extrañas que antes. El 21 de diciembre de 2012 nacía mi sobrino nieto Leo y hace uno días el chiquillo cumplía un año de vida. Coincidimos a la jornada siguiente en una fiesta familiar y nos miramos a los ojos y comprendí de inmediato que mi péndulo había cogido renovado impulso tras alcanzar una vez más su cénit...

Os confieso que no estoy por la labor de cumplir años tres veces a lo largo de un ciclo de cuatro estaciones, y menos desde que con esto de Michael he descubierto que tan sólo le llevo a él nueve y unos meses. ¿Qué hacía yo con nueve años y unos meses? Sin duda soñaba (siempre he sido un gran soñador), pero olvidaros de la Fórmula 1 porque en aquella lejana etapa de mi vida el deporte apenas existía salvo cuando ojeaba inquieto las revistas de mi hermano Julián. Vamos, que en aquel entonces ni me imaginaba que estuviera viniendo al mundo uno de esos tipos a los que acabaría odiando porque no dejaba sitio a los demás ni compartía migajas con ellos.

Lo he dicho multitud de veces, el de Kerpen me apartó de todo esto. Su demoledora presencia me hastió a comienzos de la década pasada, y si le he reconocido en lo que vale a sido a base de ver posteriormente sus carreras sin la presión de vivirlas en un incierto presente que con él como protagonista, carecía de alicientes.

Volví con Fernando, pero también con Michael, para qué negarlo. Aquella carrera en la que los dos se batieron el cuero en los últimos giros del Gran Premio de San Marino de 2005, o el adelantamiento que le metió el español al alemán en la 130R de Suzuka de aquel mismo año, sintetizan bastante bien lo que estoy tratando de describir, más si cabe que aquel desgraciado incidente mecánico del año siguiente habido en el mismo circuito, que cedía la corona del Mundial al asturiano y certificaba la primera retirada del Kaiser.

Aquel era un mundo más de pilotos que de máquinas y por desgracia no volverá salvo que 2014 sea definitivamente más espiritual que literario, Dios lo quiera. Michael, de haberse quedado, habría disfrutado como un poseso de esta temporada que inauguraremos en dos o tres semanas, no me cabe la menor duda. Pero está varado a cientos de metros de profundidad y se debate entre la vida y la muerte el mismo día en que cumple 45 años, lo que me lleva a pensar en lo errado que andaba Ayrton cuando dijo aquello (mera atribución, que conste) de que el segundo es el primero de los perdedores, porque la afición tifosi, más que la alemana, está sosteniendo en estos momentos a su héroe mientras éste decide abandonar las profundidades y enseñar la proa en superficie.

Mercedes no cuenta, cuenta Ferrari. ¡Donde quiera que estés, felicidades Michael! Nos leemos.

2 comentarios:

Interlagos dijo...

Tiene pinta de que va a haber que esperar, lo cual no es malo. Todo lleva su proceso y éste es lento, aunque seguro que Michael en su sueño lo vive a 300 km/h. Vamos, a lo lejo ya se vislumbra la bandera a cuadros!!!

Felicidades Michael, felicidades mamá!!!

Jose Tellaetxe Isusi [Orroe] dijo...

Interlagos, Felicidades a ti ;)

Un abrazote inmenso.

Jose