A tenor de la cantidad de referencias a 2014 hechas por diferentes
escuderías, que tienen a Red Bull como ingrediente imprescindible, nadie
diría que no fuera la austriaca el leitmotiv del cambio
normativo que ya hemos estrenado, y sencillamente no es cierto a pesar
de que a algunos les resulte indigesto admitirlo.
Los bocetos preliminares para la nueva normativa datan
de comienzos de 2010, cuando Red Bull aún no había ganado ningún título
y Bridgestone daba sus últimos estertores como proveedor único en el
Mundial, y su detonante no fue limitar la superioridad de ningún equipo
en concreto sino buscar una salida al estrepitoso fracaso del marco
técnico estrenado un año antes, circunstancia que originó que el KERS dejara de ser utilizado
durante 12 meses, precisamente los correspondientes a 2010, y que la
importancia de la aerodinámica que se pretendía erradicar a partir de
2008, volviera a servir de apoyo a la actividad por aquello de facilitar
los adelantamientos en aras de que las audiencias no se resintieran.
Obviamente y sabiendo lo que sabemos,
aquello supuso el inicio de una devastadora carrera de éxitos para
Milton Keynes y su primer piloto, Sebastian Vettel, que arrasarían sin
compasión a sus rivales durante cuatro años consecutivos mientras los
bocetos de los que hablábamos antes se iban materializando.
Bien, llegados a este punto, conviene que consideremos que a pesar de
que Red Bull, como claro referente del dominio de estas últimas
temporadas, sale inevitablemente a la palestra en cuanto un periodista
pregunta a un piloto o jefe de equipo sobre lo que espera para la sesión
venidera, nos encontramos en sentido estricto frente a una segunda
intentona por parte de la FIA (la primera fue la de 2009) de instaurar
un marco reglamentario acorde con un deporte más racional en todos sus
aspectos, económico, técnico y deportivo, etcétera.
Así las cosas, tal y como llevo mencionando estos últimos meses, creo
honestamente que 2014 no es otra cosa que un pasado a limpio por parte
del máximo organismo, de aquellas ideas que pretendían hacer una Fórmula
1 más democrática a partir de 2009, que incorpora además, un
inteligente pulido de los errores acumulados que de ser mantenido (clave
de todo este asunto), lo que podría arrojar como saldo un espectáculo
más limpio y con menos impurezas.
Confieso que no las tengo todas conmigo porque estoy profundamente
escaldado con los vaivenes a los que nos tienen acostumbrados la FIA y
las ingerencias de Bernie, pero de momento, repito a pesar de lo que me
gusta atizar a la cosa esa que dirige Jean Todt y a la bruja de
Blancanieves, sospecho que todo lo que veremos a partir de febrero que
viene tiene más que ver con un pulso FIA vs. FIA que con pararle los
pies a Adrian Newey, entre otras cosas, porque cuatro años dan para
muchas reuniones en las que Red Bull ha intervenido como integrante de
la parrilla, ayudando con su contribución a perfilar el reglamento que
estrenaremos en breve, que dicho sea de paso ya estaba en manos de las
escuderías mucho antes de que la austriaca lograra su tercer y cuarto
campeonatos.
No, Red Bull no es el enemigo. Se ha hablado mucho estas temporadas
pasadas del marco de estabilidad que ofrecía el reglamento técnico de
2009, pues bien, me temo que faltan poco menos de dos meses para que por
fin veamos cómo funciona y cuánto da de sí.
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