Es curioso cómo la historia se repite aunque no quieras. La noche y yo, yo y la noche, y esa sensación que queda después de un día denso en la que cabe pensar que hay más noches, más días y más yo de los que refleja el espejo.
Ora miras a tu alrededor y no comprendes nada, ni el cuándo ni el cómo de esto que amamos juntos se convirtió en una almoneda en la que sólo cuentan los números. Ora miras a tu alrededor y encuentras ese perfil de aguilucho pampero que otea un horizonte negro desde el interior de su gafitas de cuero, acero y cristal. ¡Chueco!
Van a por ti, gaviota. Quieren arruinarnos la vida a los que aún profesamos la vieja religión de nuestros mayores, la que atiende a que el mérito sobre el asfalto, por encima de las demás cosas, convierte a los seres humanos en proezas que guardan sus secretos en el pequeño ámbito que dispone una bombonera para atrapar el tiempo y el espacio, para liberarse una vez abierta en espuma barroca sobre las olas cuando el océano se ha desatado en una carrera y las manos sabias agarran con suavidad y firmeza el volante del auto y lo conducen a la victoria.
Miserias, cosas que ocurren cuando miramos lejos sin reparar en que nuestros pies son un todo con el fango donde nacimos y crecimos, y soñamos como si el mañana no existiera o nos fuera ajeno, como si nuestros deudos nos debieran un tributo que jamás habrá de ser pagado.
Caen los récords. Los dígitos giran vertiginosamente. Todo cambia pero queda un lugar donde mirar siquiera por ver lo rápido que vamos, un pasado al que recurrir cuando sentimos que la esperanza flaquea y damos por cierto que nadie nos ofrecerá un miserable respiro. Cinco títulos que supusieron cinco epopeyas, cinco hazañas sin parangón. Cinco hitos, cinco recuerdos, cinco jalones, cinco citas con lo que fuimos en un tiempo pretérito que pocos quieren recordar. Cinco excusas para reflexionar cuando no reflexiona nadie.
Van a por ti, viejo. Lo hizo Michael Schumacher y Sebastian Vettel lleva camino de hacerlo, pero en el fondo tú y yo sabemos que siempre lo ha hecho Bernie porque el motorsport es anglosajón de cuna y voluntad y germano de méritos, aunque nada evitará que seas recordado por siempre jamás como el más grande a pesar de ser argentino y latino, aunque, en la actualidad, exista quien no quiera reconocerlo. Y es que en las carreras, por fortuna, la calidad sigue siendo un regalo al alcance de muy pocos.
Bien sabes de eso, Chueco. En tu mundo había pocos récords y números que batir, poca gente a la que compararse, y tu sombrerera era sólo eso, la cajita donde un piloto guardaba sus aperos y sus esperanzas; y los circuitos, el lugar donde labrarse un nombre a golpe de hechos grandiosos y victorias ganadas centímetro a centímetro luchando contigo mismo.
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