¿Dónde están el glamour y los V.I.P. cuando hacen falta? Me
lo pregunto a menudo, sobre todo cuando en épocas de sequía la F1 cae a
peso porque no hay Dios que la sostenga, sea dicho con todos mis
respetos, como ésta que estamos sufriendo, que entre primas de riesgo,
eurocopas pasadas y juegos olímpicos que se inauguran en nada, la cosa
de escribir sobre nuestro amado deporte pasa por aceptar que te leerán
la luna y los cuatro gatos que la rondan.
¿Dónde andan los que afirman que la auténtica F1 no se celebra en el asfalto, sino en los pasillos y despachos del paddock, aunque babean con lo hermoso que resulta el negocio
cuando las masas enardecidas desbordan las vallas del circuito para
jalear a sus pilotos y bólidos, en santuarios como Monza? ¿Dónde se
ocultan ahora que se les necesita?
Ni están ni se les espera, y lamento
decirlo, porque ni la sala de máquinas ni su grasa van con ellos. Total,
para qué molestarse si hay siempre uno o varios gilipuertas de quien
echar mano, que expliquen lo que no está escrito, que hablen de lo que
nadie recuerda, que mantengan la llama en alto y bien alimentada para
que luego vengan ellos y renieguen de tener que hablar con una portera o
con un carnicero, de algo tan sagrado y tan difícil de comprender como las carreras de autos.
Populismo versus elitismo, chusma molesta contra finolis, el
eterno enfrentamiento entre las diferentes formas que tenemos a la hora
deentender el mundo que nos rodea, en esto, o en cualquier otra cosa,
para qué vamos a negarlo, y que siempre acaba en nada, por qué no
mencionarlo, ya que mientras los intengrantes del primer grupo forman
parte del mañana y lo construyen como pueden, los respresentantes del
segundo son precisamente los que establecen las reglas del presente de
todos, los que se lo apropian para exprimirlo hasta dejarlo en la
cáscara, diciéndonos, por ejemplo, cómo es el espectáculo que nos gusta
aunque suela no gustarnos, cómo debemos entenderlo aunque ni ellos
sepan lo que llevan entre manos, pero siempre sin mancharse las manos,
¡ojo!, no vaya a ser que la alegría sea contagiosa…
Cuando concluyeron las 24 Horas de Le Mans, hace apenas nada, el
populacho tomó la recta de meta del circuito de La Sarthe como si fuese
la Bastilla, para rendir homenaje a sus héroes, para sacarse unas fotos o
sencillamente para poder contar a sus nietos que estuvieron allí. Y el
caso es que las carreras eran así no hace tanto, y la peña se
arremolinaba alrededor de los pilotos, y tocaba u observaba con asombro
sus monoplazas cuando había finalizado todo, de igual manera que hoy la
masa arropa a la Esteban o a cualquier otro mindundis, cuando la cámara
de la televisión los pilla saliendo acaso del baño. Era la norma y
formaba parte del contrato, pilotos, coches y aficionados eran la F1,
pero llegaron los piojos resucitados, que diría mi abuela, los
tipos que siendo gente vulgar se han creído siempre otra cosa, porque en
el bolsillo, en vez de calderilla, y con suerte, llevan tarjetas
exclusivas que abren puertas exclusivas de paraísos exclusivos.
Y aquí están, controlando el cotarro en pleno siglo XXI, esgrimiendo
rancias filosofías que separan más y más al deporte de sus raíces,
argumentado no se sabe qué cosas sobre lo interesante y complicado que
resulta el negocio… El negocio, sí, ese negocio que como el gigante del
cuento tiene los pies de barro, y se tambalea en toda su estatura cuando
los que le sostienen, la morralla, encuentran otros entretenimientos
tan vulgares como disfrutar de unas vacaciones donde evaporarse del
mundo que les rodea, o soportar la tristeza de no saber si habrá
siquiera un mañana para ellos, pero que responden como siempre han
hecho, ante la posibilidad de que un tipo o una escudería en los que
creen a pie juntillas, pueda conseguir una victoria y tenga la
generosidad de compartirla con ellos.
Populismo vs. elitismo en un mundo de piojos en el cual, por los resucitados
que decía mi abuela, miran con desprecio y por encima del hombro a los
que han de buscarse la vida. Total, para qué se va a hacer algún
esfuerzo por cambiar nada, si siempre habrá un idiota que mantiene la
llama encendida mientras los de arriba se reparten el pecio. Futuro
frente a un presente cortoplacista; ilusión mientras se corta la merluza
mencionando a un tal Alonso o a un tal Vettel en la pescadería, frente a
un negocio serio y bien calibrado que llena sus gradas de muñecas
hinchables… La idiotez ésta del café para unos pocos, frente a la
realidad del pit-lane de Monza.
¿Dónde están el glamour y los V.I.P. cuando hacen falta? Pues eso, que con la pregunta nos quedamos en la boca mientras esto sigue haciendo aguas.
2 comentarios:
Pues hombre. No voy a decir que no tengas razón, porque entre otras cosas, creo
que la tienes.
Pero yo también llevo mogollón de tiempo quejándome de las cosas que veo o leo al rededor de la F1. Y las que no sabremos…
Pero luego me sorprendo a mi mismo viendo carrera tras carrera, cabreándome por lo que ha hecho fulano, alegrándome del adelantamiento de mengano, etc... y llevándome la contraria a mí mismo.
Hace unos años me salté voluntariamente alguna carrera porque, ¿pa que´? ¿Para que me vuelvan a engañar? ¿Para que vuelvan a cambiar las normas según les interese?
Y al comienzo del siguiente campeonato, estaba ahí otra vez aprendiéndome las escuderías y sus colores antes si quiera de que el circo empezase.
Simplemente porque esto me gusta. Porque me niego a que cuatro desaprensivos prepotentes me amarguen una de las pocas aficiones que tengo. Y asumo que se cargan el significado de la competición en nombre del espectáculo y de los contratos millonarios. Y yo voy a tragármelo.
Hace mucho que dejé de quejarme y hacerme mala sombra porque soy el culpable de que esto sea así. Eclestone quiere espectáculo televisivo y si lo consigue es porque me pongo a verlo delante de la tele.
Gracias a Eclestone he descubierto otras categorías y campeonatos automovilísticos, tan interesantes, competitivos, emocionantes como la fórmula uno. O más.
O asumimos que esto es así. Que somos nosotros y nuestras contradicciones y dejamos de darle vueltas a lo que no podemos cambiar, o nos revelamos de una vez contra los teje manejes de Charlie and company y les dejamos solos a ellos y a los millonarios que como el mismísimo Alonso en su día dijo: A partir de ahora voy a dejar de ver esto como un deporte.
Vaya si estás tardando en publicar tras las carreras: llevamos un par de ellas que e estoy inflando de leer memeces de los amigos Serras, Puigdelmont y compañia, esperando tu visión clara como agua de mayo.
Pero bueno, esperaremos, de todos modos aprovecho para recordar tus posts de inicio de temporada sobre las posibilidades del diseño de Ferrari y el agotamiento del modelo de Red Bull, cuando todos los opinadores y especialistas de los medios apuntaban la excelencia del diseño de Newey y el fiasco de los de Maranello.
Esos mismos gurús se apuntan ahora a decir, como el amigo Serras, que ayer Fernando tenía el coche más rápido sobre la pista. No sé si este hombre verá las mismas carreras o si las ve codificadas, porque ni Button ni Fernando opinan lo mismo, y de eso sabrán algo.
También tenemos al amigo Oriol, haciendo de su capa un sayo comentando sobre el "chico de Oviedo" y las bondades de Ferrari, cuando atribuye la victoria e Malasia a un error del Checo y la de Valencia a una conjunción astral.
En fin, como visitante esporádico pero fiel de tu isla de cordura y sentido común en mitad de un mar de gilipollas, te pido que no te demores mucho con tus impresiones de lo sucedido el fin de semana.
Un abrazo compañero.
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