Son molinos, Sancho... [Hungaroring]

Comprendo perfectamente a los proveedores, he trabajado más de media vida con ellos y sé perfectamente que hay momentos en los que hay que plegarse a los dictados de la carne. Así, Pirelli, que ha endurecido ligeramente sus compuestos con respecto a los usados el año pasado, nos venía al G.P. de Hungría con una elección de gomas más dura aún que la usada en 2011.

La temporada pasada la firma italiana llevó a la cita magiar los superblandos y los blandos (vitolas roja y amarilla), elección bastante adecuada para un circuito con firme sucio, deslizante y bacheado, que precisa de buen desgaste si se quiere obtener a cambio buena tracción.

Los blandos salían al escenario como prime y los superblandos como option, y la carrera resultó entretenida... Pero sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, este pasado fin de semana en el que agonizaba julio, la milanesa daba un salto mortal sin red proponiendo su gama media como prime y la blanda como option, lo que echando cuentas y aplicando el endurecimiento general de los neumáticos que comentaba al principio, supone nada más y nada menos que ante la misma prueba y ante el mismo tipo de asfalto, el proveedor único ha considerado pertinente irse al extremo de lo que funcionó tan bien hace doce meses (duros y medios, respectivamente).

¿Busca la FIA el espectáculo con la ayuda de Pirelli? Dejemos la pregunta abierta, porque a la vista quedó el domingo que la carrera fue bastante truñete, ya que en un trazado donde siempre ha sido complicado adelantar, intentarlo siquiera con gomas más duras iba a resultar imposible, incluso con DRS, porque la zona habilitada para su uso era escasita —y descafeinada si se me permite decirlo, ya que sin zapatos adecuados, el Drag Reduction System siempre deja mucho que desear—, de manera que la prueba se iniciaba con algunos escarceos tras haber consumido una vuelta de las 70 propuestas esperando a que Michael Schumacher fuese retirado de la pista.

Hamilton delante, seguido de un espléndido Grosjean. Button a su estela, perseguido por Vettel. Alonso quinto tras haberle quitado la cartera a Kimi sin KERS, y pare usted de contar... Sin posibilidades sobre el terreno, la cosa de adelantar pasaba a descansar sobre las espaldas de los responsables de los muros y los garajes. Lewis delante, perseguido por Romain. Jenson a su cola, seguido de Sebastian. Fernando sexto porque Kimi había conseguido recuperar su monedero, y pare usted de contar...

A partir del giro 34 hubo algo más de movimiento. Button, por ejemplo, se desangró detrás de Bruno Senna, perdiendo la posibilidad de cuestionar el avance de Vettel y perdiendo terreno con Alonso y Raikkonen. Unas vueltas más tarde, era Grosejan quien se topaba con Schumacher, perdiendo unos golosos segundos que permitirían a Iceman arrebatarle el puesto desde donde comenzaría a inquietar a Hamilton, ya que Alonso sufría lo suyo y Vettel también.

Los últimos giros estuvieron bien. Raikkonen devorando décimas, centésimas y milésimas, y haciéndonos soñar con que podía ganar su primer Gran Premio tras su retorno... Pero las gomas, las precauciones y todo lo demás que envuelve a este espectáculo, recomendaron dejar las cosas tal cual estaban —se supone que bien—, de manera que Lewis vencía tras haber dominado la carrera de cabo a rabo, compartiendo podio con Kimi y Romain, los dos hombres de una excelente Lotus que como supere con nota la reválida de Spa, nos puede alegrar lo que ocurra de aquí a que termine todo.

Por detrás, Vettel, como Red Bull, haciendo aguas en la defensa de sus aspiraciones; Alonso apagando su calculadora; Button fumando en pipa mal tabaco y maldiciendo el tráfico y a su equipo; Senna ganando enteros; Webber, deshauciado; Massa reivindicándose de nuevo; Rosberg sorprendido, y pare usted de contar...

En otro orden de cosas, Fernando aumenta su ventaja con respecto a Mark, mientras a la espalda de éste se comienzan a amontonar los pretendientes a disputar el título al asturiano de Ferrari —cosa que nos viene de perlas a los tifosi, sea dicho de paso—, y Sancho Panza, más crédulo que Don Quijote, señala el horizonte para indicar a su señor y a todos nosotros, que allí, a lo lejos, se divisan gigantes moviendo los brazos... Y pare usted de contar.

Os leo.