domingo, 29 de julio de 2012

Barriendo para casa


Por alguna extraña razón me encuentro bien, y hoy, domingo como todos los domingos, he comprado antes de tomar el café los diferentes diarios para que se entretenga la familia, y me he dado de bruces en la portada del Magazine de El Mundo con nada menos que Gunilla Von Bismarck, la que fuera musa verbenera de don Gil y Gil, afirmando «Los españoles tienen que gastar menos, no tantas fiestas y trabajar más.»

Inocentemente he pensado nada más leer la frase, que la bisnieta de don Otto le estaba lanzando algún tipo de mensaje subliminal a su compañero de toda la vida, don Luis Ortiz, pero mi cabeza ha rechazado tan elevado pensamiento para viajar hacia el pasado y dar con el tipo de la imagen que decora esta entrada, el manús que disfrazado de camuflaje urbano y sombrero negro, aderezó con su atimbrada voz los prolegómenos del G.P. de Alemania desde su improvisado altar a pie de pista, unos metros por delante del juguete de Maylander.

Siendo sincero no pretendo saber ni lo que quería decir doña Gunilla ni quién es el bardo de los cogieron, y aunque me reconcome todavía la pregunta de qué hemos hecho para que esta gente nos ilumine o nos llene de sombras según les convenga a ellos, en el fondo sé perfectamente que estamos pagando la factura de décadas y décadas de tirarnos piedras sobre nuestro propio tejado por aquello de ser más nobles que nadie, porque en eso de enmierdarnos solos sí que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, y siempre, para más bemoles.

En lo nuestro, por ejemplo, con los ecos todavía recientes del accidente de María de Villota, a Jaime se le siguen tirando piedras como responsable de algún problema familiar del que ningún hijo es culpable (véase cómo lleva Lewis lo de Anthony), y a Fernando se le ha dejado de curtir la badana porque él se ha encargado de que nadie se la toque, que si no...

Tenemos muy buenos pilotos que desenfundan sus respectivos revólveres en un montón de disciplinas automovilísticas, sin embargo, seguimos sufriendo el Síndrome de Estocolmo que nos impide llegar más allá de quejarnos de lo mal que nos tratan cuando nos pisan el callo, porque nuestro sustrato siempre ha sido servil con lo que viene de afuera. Así, el motosport es propiedad de los de afuera; los grandes siempre están afuera y a los nuestros siempre hay que mirarlos con lupa incluso cuando van al retrete, no sea que los de afuera nos acusen de no saber ejercer la autocrítica, y claro está, luego viene Gunilla y nos dice que somos un pueblo de pandereta, toros y paella, porque nunca nos hemos preocupado de barrer para casa... ¡País!

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