martes, 17 de julio de 2012

La bella y la bestia


Nos acercamos a la décima prueba de este mundial planteado a 20 carreras, y lo hacemos volviendo a Hockenheim, un circuito de los setenta del siglo pasado que ha pasado (valga la redundancia) por el taller de chapa y pintura que con la excusa del espectáculo y la seguridad, va desterrando nuestros viejos dinosaurios de la memoria esa que compartimos, para ser sustituidos por silenciosos agujeros negros.

Tranquilos, hoy no pretendo meterme con las tijeras ni con las manos que las manejan para cortarnos el pelo a la taza, en aras de que seamos iguales, simétricos, cívicos y limpios aunque no queramos, políticamente correctos, que diría aquél, y el otro, y el de más allá, en definitiva, cualquiera de los que tuvimos la fortuna de sentir la libertad cuando éramos chiquillos y la reconocemos todavía. No, hoy se trata de reflexionar sobre los bosques y lo que representan cuando los atraviesa una carretera. Mejor aún, cuando lo que les abre las entrañas es la pista de un trazado y por ella pueden insinuarse monoplazas o bólidos nacidos para volar sobre el asfalto.

No me digáis que no tiene algo de erótico el asunto de marras, y si por desgracia no lo tiene, que ya me fastidiaría, ¿por qué nos gustan trazados como Spa, Nürburgring Nordschleife, La Sarthe, la parte más hermosa de Monza y por supuesto el viejo Hockenheimring?

A mí me encandilan, sin duda, y sospecho que me ocurre porque hay mucho de poético, de sensual diría, en eso que parece tan tosco a tantos de que un coche atraviese un universo único, viejo a veces como el mismo infierno, verde esmeralda, verde oliva, verde bosque, verde que te quiero verde, verde tachonado de colores por donde se abre paso la luz como pidiendo permiso a las ramas, para visitar después y con sumo cuidado, la carrocería de los monstruos que devoran el silencio más hermoso del mundo.

En mi tierna juventud fui durante mucho tiempo montañero de pisar montañas que no pedían papeles oficiales para permitirte pasar la noche en tu tienda de campaña. Dormí en ellas, acurrucado bajo las sombras de sus robles, castaños y hayas, y rompí el silencio de los árboles aullando por sentirme más vivo que en las calles de Santurce o de mi Portugalete natal, donde gritar estaba mal visto y podía acarrearte que el alguacil te recetara una multa para que se te pasaran las ganas de parecer algo distinto, raro que diría aquél, y el otro, y el de más allá, en definitiva, cualquiera de los que aceptaban el yugo de la seriedad con mejor disposición que yo.

Los bosques y los circuitos, sí. Decía que me parece que hay algo erótico en esa convivencia de suelo negro y árboles mirando cual vulgares voyeurs, cómo pasan zumbando proyectiles disfrazados de anuncios con ruedas, cómo surgen rompiendo un silencio seco y abandonan el plano diluyéndose en un silencio amortiguado por las ramas y las hojas… Decía también que me fascina desde pequeño jugar a romper umbrales como los que se hacen añicos bajo la sombra de un gigante, o de varios…

Decía, que donde esté un bosque haciendo de actor secundario en una prueba de automovilismo, se quiten como telones de fondo los hormigones pintados de pared, las gigantescas escapatorias pintadas de cromos, los desiertos pintados de arena, las gradas pintadas de gente y los mares pintados de yates.
Decía o quería decir, que Hockenheim no es el mismo desde que le quitaron la parte del trazado que atravesaba el bosque, para que las cámaras pudieran tramitar mejor la realización de la carrera. Puede ser más seguro, sin duda lo es, pero nunca será tan hermoso como cuando en aquellos dos kilómetros ya desterrados para siempre, la bella y la bestia se daban la mano.

1 comentario:

GRING dijo...

La foto de portada, pura poesía gráfica (y mira que pensé que iba sobre rally-slot).La entrada, pura prosa poética.Los recuerdos de libertad...gracias, Jose, por devolvernos durante unos minutos a otros tiempos, allá donde se ubica la patria de nuestra primera juventud. En estos días los próceres de la U.E. están a punto de cargarse Nurburgring. Seguirán derribando mitos, pero vivirán para siempre en nuestras retinas y en nuestro corazón. Gracias