viernes, 22 de junio de 2012

El junco y el árbol


Cuando el sueño de luchar por el campeonato 2012 era eso, un sueño que se nos iba a ir de las manos al de poco porque la propia Ferrari afirmaría con los primeros tropezones que el camino iba a ser largo y lleno de baches, sonaba la figura de Rory Byrne como escapulario contra los vampiros. Luego… Bueno, luego, cuando las cosas parecían torcerse sin remedio, al sudafricano lo olvidaron incluso los papeles que habían manchado de tinta su nombre.

Vivimos tiempos difíciles, tan estúpidos que esta tarde, los heridos soñamos con que Grecia arruine la Eurocopa a los alemanes por aquello de enseñarle el dedo corazón al destino, aunque sea en la bobería ésta que llamamos deporte, sin que nos importe un carajo que lo que ocurra hoy en el campo o suceda el domingo sobre el Valencia Street Circuit, el lunes sin ir más lejos, no nos servirá absolutamente de nada cuando tengamos que vérnoslas de nuevo con esa crudeza que nos mira siempre de reojo mientras nos enseña el colmillo y babea hebras de mala entraña.

No sé lo que me pasa. Hoy es uno de esos días en los que todo me sabe a poco, en los que lo mismo dibujo que escribo sin necesidad de utilizar la goma, en los que el tiempo sucede lento y lo exprimo, en los que parezco imparable, en los que no me siento cansado, en los que no necesito café para mantenerme despierto, en los que intuyo, en definitiva, que mi ángel de la guarda me tiene rodeado con sus alas mientras me dice aquello de ¡y tú qué vas a decir!

¿Y yo qué voy a decir? Pues que echando cuentas, he reparado en lo poco que nos ha servido este año uno de los mejores ingenieros que ha dado el mundo de la competición, gracias entre otros abusos, a que hemos usado su nombre en vano, de escudo cuando estábamos necesitados de fe para luego arrinconarlo como un trasto viejo en el armario, cuando ésta se iba materializando a pesar de que no éramos capaces de verlo.

Sí, con Byrne o sin él, el vehículo de Maranello nos está saliendo buena tortilla, hecha lentamente a fuego lento, dando tiempo a que las patatas, la cebolla y los huevos, terminen por hacer buenas migas, como hay que hacer siempre una buena tortilla española, pues a diferencia del RB8, que aún sigue peleando a brazo partido con sus carencias, el F2012 parece resolverlas a sorbos.

Es un matiz, lo reconozco, pero suficientemente diáfano como para que comprendamos en qué campo juega cada uno de los vehículos. El austriaco en el de una casa entrada en años que necesita reformas, y el italiano en el de una nueva que precisa de algunas mejoras para ser totalmente confortable. Una tontería como la copa de un pino, también lo admito, que resultaría un axioma rotundo de darse el caso de que la passione rossa desfalleciera por los circuitos como hiciera el 150 Italia. Pero no, el coche de La Scuderia está sabiendo plantar cara al hijo del coco de 2011, aquel RB7 que en manos de Vettel lo batía todo, y se defiende bien frente a la cuchara invertida de Woking, precisamente porque está creciendo.

Y a pesar de haber sido un descreído en lo de Byrne hasta esta tarde, ahí sí que intuyo su mano, tan diferente a la Costa y Fry, aunque sea que la haya tendido desde su retiro, y sin dudarlo siquiera, pues atisbo en el manejo que se ha hecho del concepto abierto, de la opera aperta, esa perspectiva tan clásica de la ingeniería vieja que hace que los diseños nunca terminen por estar definidos del todo, que impide la lesiva autoconclusión para poder convertir la flaqueza en virtud en cuanto asoma el morro, el eje que permite que el modelo inicial crezca y crezca según sean las circunstancias que lo envuelven en cada carrera, haciendo en definitiva, bueno el dicho que afirma que en la vida, para enfrentarse al viento, conviene ser antes junco que árbol.


2 comentarios:

GRING dijo...

¡Que San Enzo te oiga!

RudyBB dijo...

Que Ferrari y Alonso se pongan las pilas. Ridículo que el mejor piloto español de la historia y la mejor escudería de la historia del deporte de F1 no hagan algo grande en la casa del español. Yo que Alonso me lo tomaba con la misma calma en Monza. A ver que cara se les quedaba a los que han pagado la entrada.