Cuatro o seis por uno

Lamento estropearles la velada, pero estoy cansado de que me llamen ciego por intentar ver lo que dicen ver otros. En cierto modo, me siento perro de presa que no quiere dejar vivo a su adversario, así que imaginen ustedes que don Stefano Domenicali, es un decir, se acerca al garaje de Sauber para recriminar a Kamui o a Sergio que hayan molestado a Fernando o a Felipe sobre el asfalto, sin que Peter el suizo intervenga más allá de lo que aconseja la situación, es decir, aportando nada salvo algunos pespuntes verbales que quedarán en agua de borrajas porque es plenamente consciente de quién manda y a quién sirve.

Marko hizo exactamente esto mismo con Alguersuari en el pasado G.P. de Corea, y salvo a unos pocos, a nadie le pareció extraño que el jefe de una casa fuese a poner las cosas en su sitio en la de enfrente, porque hemos asimilado como idiotas que Red Bull es una y trina, como la deidad cristiana, capaz de ser el exponente de la moderna F1, mientras maneja a su antojo a su filial Tori Rosso y a la motorista Renault.

Esto, en mi pueblo, serviría para poner en solfa a cualquiera, permitiendo decir que juega con las cartas marcadas, que es tramposo, o una mierda, pero en nuestro amable territorio sirve para que quien lo señale o lo ponga en relieve, es mi caso, pase inevitablemente por delatarse como un resentido, un envidioso, o simplemente como un imbécil que cree en conspiraciones.

Al hilo, tirando de ellas, la salida de Jaime del entorno de la agraciada con la bonoloto de la década deportiva, lejos de ofrecer una explicación razonable, suena a simple y vulgar vendetta, toda vez que a Buemi parece que le han premiado por su buen comportamiento dándole amparo en la casa madre, mientras que al español sólo le ha quedado joderse y bailar con la más fea ante el despropósito que ha supuesto su pérdida de asiento cuando los demás huecos estaban ocupados casi al completo.

Dicho esto, bien está que aceptemos como norma que en el seno de nuestro deporte no hay posibilidad de encontrar trigo limpio, pero jodidos vamos si no somos capaces de ver que en Red Bull se está pasando tres pueblos en eso de arrimar el ascua a su sardina. 

Newey puede explorar alternativas técnicas en nada menos que cuatro vehículos, no nos engañemos, y son cuatro monoplazas los que lidian bajo el pabellón pirata con el resto. Si sumamos los dos de la otrora Renault a la ecuación... Vettel podrá ser sobresaliente, nadie lo pone en duda (yo lo pongo, aunque con cautela), pero al demonio se le ocurre ser tan gilipollas como para negar que hay demasiados ases austriacos en la misma manga...

Aceptar el actual estado de cosas supone pecado de soberbia, por Dios, mancha capital donde las haya. Red Bull no juega limpio desde hace años y a Bernie habría que pedirle explicaciones, es cierto y de recibo, pero por favor, no nos pongamos tan extremos como para negar lo evidente, porque hasta que esto no se aclare de una vez por todas, los títulos del alemán y su escudería van a valer lo que una cagarruta pinchada en un palo, por mucho que nos los tiñan de récords y purpurina dorada.

Con razón bailaban los mecánicos de la desaparecida Renault cuando Red Bull ganó a Ferrari en 2010... Suponía toda una hazaña lograda en equipo. ¡No me jodas!