La sombra del guerrero [China]

Mal que nos pese, que sé que no nos pesa, la estética ha vuelto a la F1, y buena muestra de su retorno la hemos vivido esta mañana temprano, cuando en la cuarta disputa de este campeonato se ha podido observar que hay ingredientes suficientes como para dar auténtico espectáculo sin caer en estúpidas retóricas que no han servido de nada en los años inmediatamente anteriores.

Dice nuestra Real Academia de la Lengua Española, en su sexta acepción, que estética es «armonía y apariencia agradable a la vista, que tiene alguien o algo desde el punto de vista de la belleza», y bello ha resultado ver cómo Vettel fallaba en la salida, y cómo un precipitado Fernando salía como una exhalación para pagar más tarde su error de milésimas, escalando posiciones a lo largo de la prueba como un escolar devora pastelitos el día de su cumpleaños. Bello ha sido también ratificar que Jenson Button es el vigente campeón del mundo por algo; que Robert Kubica sigue siendo infinitamente terco sobre su R30, y que Vitaly Petrov le secunda mostrándose duro como una roca. Hermoso ha sido vislumbrar un Nico Rosberg que sigue dando pomada a su compañero de equipo desde las sombras, volviendo a pisar podio por segunda vez durante esta sesión; y grande ha resultado ver de nuevo a un Lewis Hamilton que se sale a pesar de que se le protege demasiado sin que le haga puñetera falta.

Precioso observar cómo Sebastian muere y lucha a partes iguales, lo mismo por una pole que por un sexto puesto, o cómo Jaime Alguersuari se crece aunque tenga que terminar cediendo la rodilla, o cómo Pedro y Kamui le han demostrado a Peter Sauber que sin coche no es posible adecuarse, ni sobrevivir, ni terminar, ni sacar la cabeza.

Sí, la estética ha vuelto a nuestro deporte, y por cuarta vez consecutiva en lo que va de año hemos podido certificar esta mañana que existe y que es capaz de destilar bonitas aventuras como la lucha que se han tenido entre ellos Michael Schumacher y Lewis Hamilton, o la que han vivido Webber y Petrov, o Massa y Barrichello, incluso Massa y el Kaiser; y remontadas, y peleas a degüello por el dominio de una miserable plaza de tercera fila.

El campeonato tiene nuevos rectores pero Alonso aguanta, que es de lo que se trata, y todo ello en un entorno de belleza inexplicable cuya presencia se agradece tras sesiones de supino aburrimiento. McLaren ha interpretado hoy lo que Red Bull en Malasia o Ferrari en Bahrein, y viene bien que así sea aunque el final de la carrera no haya sido apto para cardiacos, con Jenson aguantando como podía la furia fratricida de su compañero sobre un circuito empapado, sin zapatos, con Lewis pisándole los talones con el neumático delantero izquierdo, el suyo, el de toda la vida, hecho unos auténticos zorros.

¿Quién da más? Posiblemente la de Maranello, que hoy habrá comprendido por fin el enorme error cometido en Australia impidiendo que el inane Felipe Massa fuese superado por el único tipo capaz de demostrar sobre el asfalto, hoy por hoy, lo que significa conducir un monoplaza rosso marcado con la vitola de Baracca… Pero esto también es bello, ¡qué carajo!