Horror en el ultramarinos

Decía ayer que el dúo dinámico lo componen dos políticos del tres al cuarto que hacen las cosas con el culo. Siguen sin amargarme la bonita pretemporada que mañana termina, pero ahí están porque quien puede quitarlos de en medio está tan pringado como ellos, y aunque ya hay quien ha empezado a desmenuzarlos con bisturí por si tiene suerte y les encuentra las entrañas, cosa que no creo, también hay quien todavía les sigue dando crédito y entrevé en sus últimas decisiones el comienzo del apocalipsis de la F1. Obviamente no soy de ellos. Los sufro, como a Manel Serras y sus crónicas diamantinas cada mañana de lunes posterior a un gran premio, y poco más. Y sí, soy optimista, Tadeo, porque prefiero poner al mal tiempo buena cara mientras derrapo buscando razones inverosímiles con que acertar a entenderlos.

Pero hoy no quería hablar de ellos, que bastante rajé ayer, y el otro día, y no sé cuántas veces. Bueno, no quería ni rozarlos pero va a ser que sí, porque todo el follón de las medallas y el nuevo sistema de valoración de la gloria en F1 tiene mucho que ver con ese quiero y no puedo que fue el hijo de Anthony Hamilton y que hoy se llama Lewis Hamilton I por obra y gracia del destino, que quiso que Glock no aguantara posición 200 metros más en Interlagos.

En este orden de cosas, y sin desdecirme de lo que afirmé ayer (sigo erre que erre en que nada ha cambiado, lo siento), el nuevo modelo de puntuación sí serviría para validar a un mediocre (ahí le habéis dado vosotros, lo admito), y de entre todos, al único que lleva un cohete debajo del culo.

Ferrari dispone de dos espadas reivindicativos que se van a hacer la competencia quieran o no quieran. BMW está por ver, pero no es un equipo donde los puestos estén definidos, por lo que aparece mermada en la quiniela. Toyota, Red Bull y Brawn, lo mismo. Queda McLaren, que aunque anda pasando por horas bajas tiene el esquema servido: un punta, Lewis, y un complaciente gregario (sí o sí).

Decimos por aquí arriba que nunca des a un tonto el beneficio de la inteligencia porque el que hará el idiota serás tú, y nada más adecuado. A Mosley y a Ecclestone les sobraba un campeón mundial por un punto y pretenden glorificarlo a base de victorias, no sea que Vettel se despeine y joda el cotarro ahora que conduce un Red Bull con el motor adecuado. Ése es el quid de toda la operación. Total, si gana otro tampoco pasa nada, incluso si ganara Fernando no pasaría nada, todo quedaría en lo mismo de siempre, en el esquema que la historia del automovilismo ha reivindicado como propio… Pero si gana el mamerto, ¡ay si gana el mamerto!

Hasta el iluso de Martin Brundle ha tenido que salir a defender aquello de la estrella más deslumbrante de su generación afirmando que «[…] no creo que con estos cambios vaya a haber un campeón más digno», delatando que Lewis, y sólo Lewis, es y ha sido siempre el objetivo de toda la operación. ¡Nos ha jodido!

Va por ti, J. Moragues ¡Vuelve pronto, amigo!