lunes, 17 de octubre de 2016

Mamá, quiero ser Force India


De mayor quiero ser Force India. Es un anhelo que no he ocultado jamás. Segurola, campechana, traquilota y a lo suyo, se cuentan por centenares las noticias que han hablado de su desaparición, contestadas una a una sobre la pista, donde importa.  

No sé si mi afán daría para que lo cantara Concha Velasco... A ver: «¡Mamá, quiero ser Force India! / ¡Oh Mamá, ser protagonista! / Con pieles o harapos con tal de ser trapos, / de estrella solista que hace suspirar...»

Sí, parece que funciona. 

En fin, Force India es una de esas escuderías medianeras que me encandila —¿sabías que fui yo, en este blog, quien primero utilizó el verbo «encandilar» para describir ese vínculo inexplicable y positivo que surge entre un equipo o un piloto, y un aficionado? ¿Y que me llamaron maricón por usarlo? La cosa empeoró cuando lo sustituí por «me hace tilín»... Fue la bomba—. En fin, repito, decía que la de Silverstone me ha gustado siempre, y es curioso esto, porque ayer, hablando con un amigo en Twitter, me preguntaba él si conocía yo a alguien que fuese fan de Minardi... 

He sido fan de Minardi. Por supuesto de la Minardi de Giancarlo, no tanto de la de Paul Stoddart. Imagino que tuvieron mucho que ver en ello Adrián Campos, Luis Pérez Sala, Telefónica, Marc Gené y Fernando Alonso (sí, lo sé, el asturiano empezó en la época del australiano), pero en general, me han gustado siempre las estructuras pequeñas, los davides que luchan contra Goliath en inferioridad de condiciones. Minardi, sin duda es un bonito ejemplo, pero anda que no disfrutaba de épica subyacente la Tyrrell que agonizaba, o el equipo Prost, o la aventura de Jackie Stewart, por no mencionar Jaguar o Super Aguri. 

Mucho antes fueron Shadow o Embassy Hill, o la Ligier de mediados de los ochenta y primeros noventa del siglo pasado. Después, aquel desastre que respondía al nombre de BAR-Honda... HRT no llegó a cuajar en mi alma, en la intimidad yo era de Virgin, eso de parir un coche a lápiz y pasando olímpicamente de CFD y túneles de viento, no me digáis que no es heróico. 

Con el paso de las temporadas —supongo que por cosas de la edad—, me he ido centrando en lo que llamé «montonera» en su momento, otro sustantivo que exportó Nürburgring sin que esta vez tildaran de gay a su autor, y Force India es a todas luces la mejor representante de esta zona central de la parrilla donde parece que nunca ocurre nada, pero donde a la postre sucede todo. 

Ahí anda la india, sobreviviendo año tras año. Llenando cupo, haciendo bulto, pero demostrando siempre que la excelencia es una quimera cuando conoces tu exacto lugar en el mundo. 

Joder cómo duelen estas últimas líneas, Darío. Me acaban de decir que ya no podrás leerlas. Donde quiera que estés, amigo, tú, seguramente mejor que nadie, sabes de lo que estoy hablando: los héroes no serían héroes si no tuviesen detrás historias pequeñas como la tuya o la mía, o la de Force India, de las que por fortuna, la Fórmula 1 rebosa. 

Quiero mandar desde aquí un abrazo cálido a la buena gente de Efecto Motor, y en particular a los familiares y amigos de un gran tipo y un fantástico aficionado. 

Os leo. En especial a ti, Darío.

2 comentarios:

Aficionando dijo...

Un abrazo a su familia y amigos.

Joé, es que lo de encandilar o hacer tilín no le pega a un morrosko.

Yo fui muy fan de Minardi, por los españoles que empezaron allí y porque me producía un poco de ternura -vaya, otro maricuelo- esa escudería que casi siempre llegaba la última y que parecía que apañaba sus monoplazas con cinta americana. Seguí siendo fan hasta que desapareció deglutida por Toro Rosso. Esa es una de las razones por las que no me gustan la escudería de Tost, ese vicealcalde o lo que sea.

Tampoco, ya puestos, me gusta Sauber, aunque le reconozco el mérito a su dueño por aguantar tanto con unos monoplazas tan mediocres -y feos-.

Y sí, la verdad es que lo de Force India es digno de estudio. Además, parece que paga a sus pilotos.

Aficionando dijo...

Y leo por ahí que el papá de Stroll ha comprado medio Williams para sentar a su hijo y con el privilegio de elegir al compañero. Ese sí le cantó a su padre: "Papi, quiero ser piloto,
papi, de monoplaza, no de moto..."