sábado, 15 de octubre de 2016

Simpatías


Cuando una actividad lúdica, la que sea, elige antes mirarse al ombligo que entender lo que sucede a su alrededor: está muerta.

Vengo de lugares más tormentosos que éste, de hollar veredas con más hijos de su madre por centímetro cuadrado de los que pone la Fórmula 1 en mi camino. Pero las constantes allí y aquí son idénticas. No falla, cuando a falta de chicha el friki se instala en la autocomplacencia y busca tallar trincheras artificiales con el friki de enfrente: huele a cadáver.

Hace no mucho, los guardianes de la llama asustaban a los pequeños recordando maliciosamente qué todo esto se iría al carajo cuando no estuviera Fernando. Bien, nominalmente Fernando no está, ni se le espera, pero en España la Fórmula 1 sigue más viva que nunca aunque los expertos no sepan explicar por qué.

Si alguien nos mirase desde fuera —un suponer—, seguramente diría que el criterio ha mejorado tanto entre los aficionados que hoy es más difícil que antes andar marcando diferencias o asustando a la gente. Esencialmente esto es bueno. El número de expertos y de secretos mengua a la vez que aumenta el de pardillines que se siente con fuerzas para subirse a la parra, como sucede en el experimento de los vasos comunicantes.

Pero la búsqueda del equilibrio siempre ha sido muy incómoda para el friki —no puede ser que al final todos seamos unos entendidillos de mierda—. Y surge entonces un movimiento endógeno que busca recalcar la exclusividad como categoría, estableciendo una distancia de seguridad entre quienes protegen la llama, y la cuidan, y quienes no entienden por qué no pueden tocarla, por qué no pueden iluminarse con ella, por qué no puede darles a ellos calor...

Hoy me ha bautizado como simpatizante de Ferrari —no, tifoso, no, que quema—. Alguien que según sus exposiciones sigue a la de Maranello ciegamente, se ha sentido con la suficiente fortaleza moral como para decirme que es distinto, que es más, porque acepta sin hacerse preguntas que La Scuderia haya decidido poner su presente y su futuro en las manos de un estanquero y del tipo que la dio por el flete en la pista durante cuatro años consecutivos. Ahí es nada.

Este tipo de ceguera pasional tenía sentido antes, cuando la Fórmula 1 era simplemente distinta. Hoy, por mor del negocio, a poco que te descuides te conviertes en un seguidor pata negra de un fondo buitre o del BBVA, y acabas decorando tu carpeta y la habitación con fotos de don Francisco González.

Quien dice González dice Villalabeitia o Goirigolzarri, o Marchionne. Personajes sin duda mucho más importantes que nuestros iconos automovilísticos.

Pero a lo que iba. Con overbooking de trincheras, que hasta nos salen por las orejas, desterramos la ilusión y el respeto a que la gente sea de Kas naranja o de Kas limón, o de los dos si le place, y levantamos altares para empresas depositando en ellos nuestra identidad; y los rodeamos por muros infranqueables para quien no es un elegido; y llamamos simpatizante a éste por no comulgar con una tradición reciente (que lo es), que mal entendida y peor digerida, sólo es polvo de estrellas, polvo del camino, polvo de un desierto que nos acabará devorando por comportarnos como idiotas.

Nuestro tesoro: la intransigencia, con Ferrari o con Williams, o con Red Bull, o con cualquier piloto, o con los manantiales sagrados de la Fórmula 1. El friki es un ser extraño. Puro ego, jode todo lo que dice amar. Y esto es un axioma que va a misa.

Os leo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Los "arios" de la F1...no puedo con esta gente. Es superior a mis fuerzas, a la mayoría los tengo bloqueados en Twitter. Aprovecho para felicitarte por tan buenas y abundantes entradas. Procuro leerte una ratito cada noche. Un abrazote