miércoles, 12 de octubre de 2016

Concierto para monopolio y fagot


La reciente adquisición de la cabecera Autosport por parte de Motorsport Network, propietaria o accionista mayoritaria de un puñado de biblias británicas de lo nuestro, ha puesto de relieve lo delicadito que anda el sector, lo duro que resulta sobrevivir en él, y lo que a un servidor le pone los pelos de punta: que incluso en términos de derechos y servicios (la información es ambas cosas además de un negocio) sigue habiendo que andarse con mucho cuidadín con quién te sirve la hamburguesa.

El asunto no es nuevo. Los medios grandes se comen a los chicos. Es ley de vida.

Imagino que todo esto ha resultado sumamente provechoso para Autosport y para Motorsport Network. En lo económico y en que se aseguran algunos puestos de trabajo, o no. En que la concentración ayudará a que las inversiones sean más rentables y exista una mayor viabilidad, pero así y todo, siempre me ha dado repelús que un mismo dueño se ponga seis o siete caretas diferentes para llegar al público.

Sé perfectamente en qué consiste la diversificación, no me he vuelto loco. Vengo del mundo editorial. En realidad sigo en él, y estoy escaldado de ver cómo se convierten en agua de borrajas las promesas de independencia o cómo algunos proyectos fueron comprados para mejorar la oferta del grupo, aunque con la intención oculta de hacerlos desaparecer como competencia.

A pesar de que os suene raro, el quid de todas estas operaciones no está donde nos permiten mirar, sino en la distribución, auténtico epicentro del negocio. Y si un esquema que aglutina varias cabeceras y marcas puede parecer una idea brillante que nos asegura, sobre el papel, disponer puntualmente de lo que necesitamos, lo cierto es que también supone un tapón de dimensiones colosales para las iniciativas pequeñas, esas que a duras penas sobreviven bajo el ruidoso monólogo dominante y suelen caer antes de que nadie las recoja, demasiadas veces en completo silencio.

Menos diversidad es malo. En lo relativo a las manzanas y las mariposas, tanto como con los medios de comunicación. Pero si ponemos nuestra mirada en estos últimos, es menester, antes de tragar la píldora, que nos grabemos en la frente que la información es un derecho y un servicio, aunque su explotación rente beneficios a quienes trabajan con ella.

Está bien que las biblias formen parte de la misma estantería. No me convence tanto la posibilidad de que acabemos escuchando al mismo patrón en diferentes tonalidades, fingiendo que dice a unos lo que ya ha dicho a otros —hablar aquí de la relación perversa que existe entre inversión publicitaria y comunicación se escapa del interés de esta entrada—, pero me preocupa lo que pasará a partir de ahora con aquellos que sueñan con poder decir la verdad y tener una oportunidad de que se les escuche.

Nace un gigante, pero muere un gatito.

Os leo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Qué pasará con los que sueñan con poder decir la verdad y tener una oportunidad de que se les escuche?
Pues lo mismo que ahora: recibirán palos hasta que se reconviertan a la auténtica, única y verdadera Fe.

Un saludo
Sr.Polyphenol