Como guía para despistados, os confirmo que ayer noche escribí sobre quien considero último y máximo responsable de que el Gran Premio de México terminara como el rosario de la aurora o una jaula de grillos: don Charlie Whiting; que ensalcé en dos ocasiones la fabulosa labor realizada por Sebastian Vettel sobre el asfalto del Hermanos Rodríguez; pero que así y todo, no me ha faltado esta mañana mi ración de pedradas por mi feroz antivettelismo.
Lo escribía el sábado: el forofismo es un camino de ida y vuelta y por mucho que creas que estás en el lado bueno, o, incluso, que haces funambulismo sobre la fina línea que delimita ambas direcciones, siempre encontrarás a quien no le guste lo que dices, o a quien te tachará de sesgado o aún de cosas peores. No, no se puede contentar a todo el mundo.
Y como este cuadro no se puede cambiar, ni en política, ni en economía ni en nuestra vida cotidiana, voy a despacharme a gusto contra los consumidores de yagué que tienden a ver el mundo que los rodea en perpetuo estado de trance, porque manda huevos que en un entorno hipertecnificado y profesionalizado, a la Fórmula 1 me refiero, lo mejor que se les ocurra para explicar que ayer el foco se centrara en los pilotos, sus actitudes y desafueros, es que los chicos no estuvieron a la altura.
¿Qué chicos? ¿Qué altura?
Lo fabuloso de nuestro deporte es que todas los ingredientes acaban teniendo su razón de ser en la ensalada. Y esos chicos son piezas del puzzle; y lo que es peor, nosotros también. Todo forma parte del negocio, incluso la elección de conductores.
Sebastian Vettel, por ejemplo, era el tipo adecuado para una Red Bull que buscaba su sitio en la Fórmula 1. Dócil para los propósitos de Dietrich Mateschitz, el alemán comenzó su reinado poco después de que el jefazo austriaco se rasgara en 2010 las vestiduras en público después del Fernando is faster than you. «Prefiero quedar segundo antes que dar órdenes de equipo», dijo entonces, y hubo quien le creyó ciegamente porque sin fe no hay religion que valga.
¿Para qué analizar el sustrato de sus palabras? ¿Por qué molestarse en indagar cuál era la razón última de tan contundente afirmación?
Red Bull consiguió lo que quería, cuatro títulos en marcas y pilotos, un dominio absoluto durante casi un lustro, incluso Mateschitz tragó con la rebeldía de Vettel en Malasia 2013 a cuenta de la Multi 21 (órden de equipo, por cierto), para decirnos un año y medio después, que el teutón ya no era necesario: «No se necesita a ningún tetracampeón mundial en un equipo que ante el dominio de Mercedes, en el mejor de los casos puede ser el mejor del resto.» Fin de la historia, de Sebastian, claro.
Y ha llegado Max a Milton Keynes, y la novela se repite. El chaval de Jos es adecuado a los propósitos de la empresa que paga por sus servicios, y la prensa, y buena parte de la afición, ve con ojos de asombro el nacimiento de un nuevo depredador made in Red Bull, tragando, sin saberlo, o sin querer entender qué está haciendo, con una dosis en vena de imagen de marca.
Hace unas horas escribía sobre Whiting haciéndole responsable de lo que sucedió en el Gran Premio de México. Hoy recalco que aquí no se libra nadie, porque la normativa está para cumplirla incluso cuando Charlie anda a otras cosas, que como bien nos recordaba hace un rato Víctor en Twitter, la FIA hizo que se puso dura con la actitud de Verstappen [dentro enlace] hace apenas dos semanas, y esto lo saben en Red Bull.
Está bien proteger los intereses de marca en una competición, escenificar lo que quiere el público objetivo según ha definido, previamente, el frío departamento de mercadotecnia tras estudiar las estadísticas de ventas, las alternativas para seguir fidelizando al consumidor, o qué nicho de los llamados emergentes es el más interesante de cara a futuro.
Ya sabéis: riesgo, juventud, ímpetu, rebeldía. Eso es Max, pero no se nos olvide que eso también es lo que quiere significar en nuestros cerebros la de las bebidas energéticas austriaca.
Lewis Hamilton dijo en 2011 (creo) que Red Bull no era una escudería sino una fábrica de latas, y lo cierto es que lo clavó.
Ya sabéis lo que opino sobre los lances de carrera y lo poco, o nada, que me gusta que se impida a los pilotos conducir con todo lo que tienen sin verse en riesgo de ser sancionados, pero hay un reglamento para todos, ratificado en uno de sus puntos por la FIA hace escasamente quince días. Y lo cierto es que quien debería haber velado ayer por su estricto cumplimiento mitigando la característica fogosidad de su piloto número 33, o haberle calmado antes de dejarle hablar, prefirió pasarse por el forro de los pantalones el respeto deportivo al que tanto alude Milton Keynes cuando las cosas no salen como quiere desde 2010 a esta parte.
Al final, a lo peor todo se reduce a que Vive 100 es líder de ventas en México, y ganar algo de cuota de mercado bien le merece a Red Bull seguir alimentando artificialmente las agallitas del holandés incluso ante los micrófonos de la prensa, con tal de obtener una mejora en el posicionamiento de la marca gracias a un extra de tangana y visibilidad.
No, aquí no se libra nadie.
Os leo.
Os leo.
4 comentarios:
Leo lo ocurrido ayer y me congratulo (poner voz de viejo malvado) de no poder ver las carreras de F1. Esto es lo de la grua sacando el coche de Hamilton a la pista con riesgo para el resto o el mismo adelantando al coche de seguridad; a otros se los llamaba con la pistola cargada y amartillada. Y lo del teutón bocachancla sin comentarios ... bueno si, el de Alonso que estaba muy frustrado fué antológico, yo hubiese añadido eso de no querer quedar segundo, pero aún así antológico.
Será por lo que será, pero Max, el hijo de Jos, les va a dar la LATA de lo lindo durante unos cuantos años. Lo estoy viendo: "Apura la noche con el nuevo Red Bull Max"
Saludos!
Conversación en la trastienda. Grabador de placas de trofeo GP de México
-Tercero.. Ver-s-tap... Con uve y dos p, ¿verdad?... Ya está.
...
-Cómo que tengo que hacer otra plaquita?
-Sí, pon Vettel
-¿Vettel?, joder. Bueno, puedo aprovechar la V. ¿Con dos t, verdad? A ver.... Ya está
-Que no, que no, que tienes que hacer otra. Ricciardo, con dos c.
-Oye, iros a la mierda!
Ayer Whiting humilló a tres pilotos. Primero, a Verstappen, sacándole de la sala de espera del podio. Después a Vettel, retirándole el tercer puesto y quitándole el trofeo, y el tercero, Ricciardo, que no pudo siquiera subir al podido a beberse el champán y celebrar su tercer puesto.
Quizás deberían tomar nota y hacer mejor las cosas, por ejemplo, no celebrando la ceremonia del podio si hay investigaciones pendientes, hasta que estas finalicen. Lo de ayer fue un sainete.
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