sábado, 24 de enero de 2015

Oí al búho susurrar mi nombre


Siempre hay un sufrimiento mayor que el tuyo, un frío más intenso que el que tú sientes. Una soledad que aprieta con más insistencia que la que te agarrota contra esa misma pared de hormigón armado, a cuya sombra impenetrable nos sentamos todos a esperar con miedo a que suceda lo que creemos inevitable. Como si algo quisiera hacerte saber lo pequeño que eres incluso en tu propia derrota, siempre encontrarás una más dolorosa que entierre la tuya bajo toneladas de otoñales hojas secas...

Miramos hacia atrás con insistencia numantina, volviendo la cabeza hasta hacernos imposible el caminar, por discernir qué hubo ayer que no existe hoy ni habrá mañana, y con suerte encontraremos que el pasado sufre empacho de microcuentos que ahora no tienen cabida y de botellas con mensajes que quizás nadie leerá, porque su mar es tan perverso y traicionero como el nuestro, pero sus olas bañan las arenas y rocas del mítico País de Nunca Jamás.

Y buscamos sentido a nuestras cosas y acabamos echando la culpa a las aves de mal agüero. Al cuervo, a la lechuza y al búho, del que dicen que si pronuncia tu nombre será que te visitará un ángel negro, que besará tu frente con ósculo tibio antes de cerrarte los ojos para que no los vuelvas a abrir más.

¿Hubo una Fórmula 1 mejor que la nuestra? Lo desconozco y la verdad es que en el momento de escribir estas líneas, arañar esa certeza me importa bien poco. Sí sé que hubo un deporte del motor en el que había espacio para historias complejas a veces, sencillas otras, que tachonan sus cuatro puntos cardinales a la espera de que las visitemos.

La de Gunnar Nilsson es una de ellas. 

Nilsson era sueco como Ronnie Peterson. Nativo de la meridonal Helsingborg, comenzó a correr en Fórmula 1 con el equipo Lotus de Colin Chapman en la temporada 1976 y a mediados de la siguiente consiguió con la misma escudería la única victoria de su carrera, en Zolder (Bélgica), quedando por delante del Ferrari de Niki Lauda y el Tyrrel seisruedas conducido por su compatriota y amigo.

Y tuvo que ser precisamente entre ese Gran Premio y el de Gran Bretaña, que Gunnar encontró el búho que susurró su nombre. 

El cockpit del Lotus 78 se volvió inusualmente hostil hasta el final de aquella temporada. La magia lo abandonaba mientras los dolores de cabeza se volvían cada vez más persistentes y Mario Andretti, su compañero en la de Chapman y también amigo, le recomendaba que no perdiera un tiempo que por desgracia ya había perdido, que se hiciera un chequeo médico que vino a certificar que Nilsson comenzaba a disputar la peor prueba de todas, esa que se corre contra un cronómetro cuyas agujas viajan siempre en dirección contraria.

Suecia se teñiría de negro en 1978 y en apenas lo que abarca un mes y medio. Ronnie fallecía el 11 de septiembre como consecuencia de las heridas sufridas en el Gran Premio de Italia un día antes, y Gunnar le acompañaba en silencio el 20 de octubre siguiente.

Os leo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Como Ronnie, uno de mis favoritos.

El primer recuerdo que tengo de esto de la Fórmula 1 seguramente es el accidente de Ronnie y aquella revista que leí hablando sobre ello. Quedé sobrecogido por la dureza de aquellas letras. Cosas que quedan en la mente y nunca más olvidas.

La segunda puñalada al automovilismo sueco la de Gunnar, más terrible si cabe.

Desde ese momento Suecia dejó de organizar grandes premios en honor a los suyos.


King Crimson

J-CAR dijo...

Escuchamos y leemos a los pilotos de la nueva hornada, todo lo que ya se han jugado para conseguir estar aquí, su pasión, lo que están dispuestos a entregar para poder seguir estando aquí. Como lo entregaba Jules en toda ocasión. Cada año este árbol retoñece y, al ver su esplendor en el verano, ¿quien recordará las hojas muertas?
Ahora le vemos desnudo bajo la helada y es tiempo de echarlas en falta. Algunas fueron arrancadas de forma violenta. Otras simplemente se las llevó el viento, de forma más o menos esperada. Pero todas las hojas acaban llorando de amor por esta formula 1 despechada.
Peor aún cuando alguien cita el recuerdo de una brillante hoja del pasado pero solo para vestir con ella a un capullo naciente que no lo merece. Dejad que se desarrolle y que brille por sí mismo, sin ropajes prestados.

http://youtu.be/9axqN-rU6DI

¡Saludos!