Corría 1974 y aunque resulte increíble, yo aún llevaba pantalones cortos. Mis piernas, Giorgio, o mejor dicho, la genética paterna, me animaba a seguir persistiendo en preferir llevarlas medio al aire que secuestradas bajo el tergal o la maldita lana que siempre me producía algún que otro quebradero de cabeza, y yo, orgulloso de sacar provecho a aquello de estudiar en un colegio de pago de raigambre francesa en Portugalete, pronunciando Beltuás ante Ramón, Morúa, Norberto o Javier y Poncho, mis compañeros de batallas adolescentes durante aquellas edades ahora tan pretéritas.
Todavía huelo el pan y el chocolate Chobil de las meriendas que preparaba mi madre, y siento el aroma a pescado del puerto de Santurce, y noto en mis pies las caminatas entre mi pueblo de acogida y mi pueblo natal. También recuerdo Santa María y su patio, y los frailes, y aquella envidia sana que sentía por los Levi's 501 que llevaban Montalbán y Mantiñán. Fijo que aquella tela azul no tenía que picar como los coño pantalones heredados de mi hermano mayor. La lana que abrigaba mucho... Giorgio, tú me entiendes.
Hoy es el día en que sigo usando calzones cortos salvo tres o cuatro meses al año, bautizos, bodas, entierros y efemérides asombrosas. Junto a mi buen amigo Perdi, soy en Gorliz el otro tipo raro que va en chancletas así esté diluviando y haga un frío de morirse malvestido. Pero la vivo, a la vida me refiero, con la alegría misma que soñaba para mí, cuando con 15 años pretendía comerme el mundo y aún no había muerto Franco.
Y el caso es que la sangría no para. Hoy es Michael, mañana Jack Brabham, el día siguiente De Cesaris o Bianchi y ahora mismo Jean-Pierre Beltoise, y las velas que me alumbraron se me van apagando como perdieron su luz Pacho, Lourdes, Alfonso, Ana, Iñaki, Pepa o Alvarito, o el cabroncete de Emilio, o mi padre, e irremediablemente pienso en cómo nos ahogamos sin ser conscientes de que perdemos aire mientras luchamos por seguir dando bocanadas como pez fuera del agua.
Me he despertado esta mañana con el recuerdo nítido de una Angela Merkel dinamitando eso que entendemos todos por democracia, pero la pesadilla se me ha disipado hacia la hora del primer café. Las siete de la mañana, más o menos. Más tarde, lueguito que dirían en México D.F., un alma cándida me ha avisado de que la chica de la curva se ha sentido aludida por un comentario que hice el otro día y en sintonía, se ha despachado a gusto en un desmentido rotundo que no hace otra cosa que reiterar su infinita soledad pariendo entradas que no lee nadie. Como si fuera yo tan mierda de no tener más enemigos que él, ¡nos ha jodido!
Y Elías que me cumple años, 72 concretamente, en el día precisamente en que una de mis anclas con el ayer, se ha soltado definitivamente de los arrecifes en Dakar a la edad de 77 tacos, para perderse en el infinito y más allá, en ese océano inconmensurable que llamamos memoria.
Beltoise, Beltuás, ha partido de entre nosotros. Me queda la sensación de libertad que me dan los pantalones cortos, Giorgio, el nombre de Jean-Pierre como cabo guía con el pasado que recuerdo y la seguridad, de que siempre habrá alguien que me leerá con la intención de seguir sufriendo.
Os leo yo a vosotros.
3 comentarios:
Sin palabras
Sigue con tus pantalones cortos y escribiendo así, y que les den por el culo a la chica de la curva y a todos los amargados. Leerte es una delicia diaria, compañero ;)
Abrazote.
Resistencia.
O mejor dicho, estoicismo.
Esas cualidades que aprecio en esta página y que seguramente mirando desde una curva no se llegan a valorar.
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