jueves, 1 de enero de 2015

El síndrome de la princesa encantada


Esta será posiblemente, la última entrada que escriba sobre Ferrari y Fernando juntos, y será así porque quiero correr página ya que otros parecen incapaces de hacerlo.

Entendedlo. Para un tifoso como yo, resulta complicado asimilar que el equipo que está por encima de sus conductores, mecánicos e ingenieros, de todas las personalidades que lo integran, en una palabra, recurra tan fácilmente a echar sus responsabilidades sobre los hombros de aquellos pilotos que no han sabido liderarla como Michael Schumacher, como quien dice, elevando a categoría de canon la experiencia del alemán en Maranello.

Gracias a Dios he conocido otras Ferrari distintas y a pesar de ser consciente de que antes de que comience la pretemporada, La Scuderia morirá y resucitará al menos trescientas veces para así y todo, seguir necesitando de un guía que la lleve de la mano, hoy, primero de enero de un año que huele todavía a polvos de talco y colonia, quiero decir basta quizás por última vez, a esa vorágine viciada de contenido real que intenta reescribir la historia de estos cinco años pasados, tratando de hacernos ver que el culpable de lo sucedido, no ha sido otro que el individuo que cansado de no poder ganar títulos, cogía las maletas para abandonar la italiana y su sentido moderno de la competición en Fórmula 1.

Ferrari siempre ha sido más importante que los hombres que han conducido sus coches porque les permitía soñar con la victoria, no con un quinto puesto. Metéroslo en la mollera. Ferrari siempre era la más rápida, la que hacía los coches más bellos, la que no salía a pista si no era para vencer o caer derrotada tras haberlo intentado. Ahí surgió la leyenda, en ese punto en concreto, en un espíritu indomable acuñado durante décadas, que no necesitaba de grandes pilotos porque los grandes pilotos, se mataban por trabajar al menos una vez en su vida para la fábrica —¡jodido Enzo, así es soberbio cualquiera!—.

Il capo di tutti capi, la muralla de gafas oscuras, se sintió en deuda con Michele Alboreto cuando en 1985, el milanés perdió el mundial por la escasa fiabilidad del Ferrari 156/85 debido a que la de Il Cavallino, cometió un grave error de cálculo al apostar por los turbo de la marca KKK, pero casi 30 años después, Maranello tira piedras contra el mejor piloto de la historia reciente y lo peor de todo, consiente en que otros lo hagan por ella sin asumir ni una miserable cuota de culpa en eso de no haber podido amarrar al asturiano porque de promesas incumplidas, sincerémonos, no vive nadie.

No vive nadie, salvo aquellos que habitan en el cuento de la perpetua princesa encantada, la que necesita siempre que la rescate un príncipe de lejanas tierras, y no saben abandonarlo por incapacidad, miedo o por pereza.

Os leo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

También se dice q mucho ha durado el amor de Fernando x la italiana, quizá demasiado y encima así se lo pagan. Seguramente dos años desperdiciados viendo lo q es Ferrari en la actualidad.


Tal vez Marchionne y Arrivabene tengan la varita mágica para levantarla. ;)



King Crimson

J-CAR dijo...

Reescribir la historia...
Manoel de Oliveira: "Lo único verdadero es la memoria. Pero la memoria es una invención." (Lisbon Story, 1994).
http://youtu.be/__4iIBoFyQA

;)

Jose Tellaetxe Isusi [Orroe] dijo...

Buenos días, compañeros ;)

Carlos ;) Sí, desde que nadie defendió a Ferrari con lo de Pirelli 2013, todo ha sido perder el tiempo. Aunque dudo que esos dos levanten nada ya que se han cuidado de buscarse a dos pilotos que hagan de cabeza de turco si las cosas se tuercen :P

J-Car ;) Un capítulo de mi libro va sobre la memoria, precisamente, y en cuanto te leí, cambié la cita de entrada... Esta es infinitamente mejor ;)

Un abrazote

Jose