domingo, 4 de enero de 2015

Dos veces bueno


Tras largos preparativos y una sucesión de notables campañas publicitarias enfocadas al caldeado del ambiente, el raid más famoso del mundo, el Dakar, ha comenzado a rodar en su edición de este año por tierras y desiertos de Sudamérica. Y como suelo hacer todas las temporadas por estas fechas, aprovechando la noticia, me animo a reflexionar esta tarde sobre esa tos profunda y fea que aqueja a la Fórmula 1 desde tiempo inmemorial, que al parecer nadie sabe curar. Aunque esta vez y por fortuna, dispongo de nuevos elementos a la hora de meterme en harina.

Bernie Ecclestone y la curiosa concepción que tiene de su negocio como espectáculo, son esos nuevos elementos de los que hablaba hace un instante. Y es que el británico está muy mayor —sí, lo afirmo aunque en condicional— si lo único que se le ocurre para justificar el ninguneo constante de las redes sociales y el sempiterno dar la espalda a las nuevas generaciones que se permite hacer la F1, es mencionar el soberbio poder adquisitivo de algunos setentones.

Es cierto que la mejora de calidad de vida en la sociedad occidental apunta a que los llamados mayores tienden a durar bastante, pero apostar la supervivencia de la llamada máxima categoría del deporte del automóvil a la capacidad económica de los pocos carrozas que se pueden comprar un Rolex, se estudia en las escuelas de comercio bajo el epígrafe: «errores comunes.»

Sí, depositar las expectativas de un negocio que se supone de masas porque se retransmite a todo el mundo y tal, sobre las espaldas de cuatro pelaos aunque ricos, es un error se mire como se mire. Que si se suma a la negativa a atender las reclamaciones e inercias de quienes suponen el futuro y en una palabra, un target mucho mayor —la chavalería aunque calce 55 tacos, como yo—, se convierte en un error abominable y mayúsculo...

Aquí me hace falta que me déis tregua uno o dos párrafos porque entran el Dakar y una conversación que tuve hace unos días con un par de colegas.

El Dakar, como su nombre acortado indica, es una reminiscencia de aquel mítico París-Dakar que partía al estilo bilbaíno, de donde le salía de los pelendengues, para que nos entendamos, pero que terminaba siempre en la capital de Senegal bañada por el océano Atlántico. Thierry Sabine desapareció, el mal rollo comenzó a imperar en África y el raid hizo las maletas, y se marchó a Sudamérica...

Contra todo pronóstico —hay quien daba al evento un suspiro de vida—, el Dakar sobrevive sobre los cimientos de su propia esencia. Ya no hay dunas, oueds o fesh fesh africanas, hay aventura en tierras americanas. Se ha reinventado, se ha acomodado a la realidad que le toca vivir y sigue concitando la atención de medio mundo gracias a unas redes sociales que hacen de amplificador, en los previos y durante la prueba. Dakar ya no estará en Senegal, pero sigue siendo el Dakar...

Hace un par de semanas, antes de Navidades, coincidía con dos amigos para hablar de nuestras cosas y surgía el tema de Fernando y su pasado en Ferrari, su futuro en McLaren y el ambiente formulero en general, y uno de ellos, tal vez el más descreído, afirmaba tajante que si hubiera más carreras como las 24 Horas de Le Mans o el Dakar, íbamos a andar listos los de la Fórmula 1.

No, no hace falta que los espectáculos puros se prolonguen en el tiempo o se repliquen como setas en otoño. Nuestro deporte se basta y sobra para suicidarse sin ayuda ya que Bernie y los equipos, que también están en el ajo al igual que la FIA, para rematarla del todo en cuanto a visión contranatura del negocio que les da de comer, no solo miran con desdén hacia un público que podría asegurar el devenir de la Fórmula 1 o se afianzan en confiar en un soporte escaso y demasiado exclusivo, sino que abusan de un calendario tan extenso que como lleva ocurriendo en las últimas, es capaz de aburrir a un rebaño de ovejas, por previsible.

Como diría mi abuela, lo bueno si breve, dos veces bueno. Y en lo que estamos, con tres o cuatro carreras menos, seguro que mejoraba la cosa incluso de cara a enfrentarse a un mundo como el del Dakar o las 24 Horas de Le Mans, que a diferencia de la Fórmula 1, sí se mueve al ritmo de los nuevos tiempos.

Os leo.

1 comentario:

Josemi dijo...

Bueno, no creas que en el Dakar atan los perros con longanizas. Yo deje de seguirlo por que habia tantas cacicadas de la organizacion y tantas cosas ratas que perdio la credibilidad para mi, como me pasó antes con el ciclismo.

En el Dakar y en WEC son algo mas modernillos por que la necesidad les obliga. Si que es verdad que tios tan rancios como Bernei no les hay en ninguna parte.