sábado, 26 de octubre de 2013

Solo [Spa-Francorchamps]


El campeonato ya estaba sentenciado pero pocos imaginábamos el calado que iba a tener una victoria fácil de Sebastian Vettel en un circuito tradicionalmente difícil, toda vez que el Red Bull del tricampeón del mundo iba a volar, literalmente, sobre Spa-Francorchamps, sin contestación alguna.

El parón veraniego y la victoria de Hamilton en Hungría, habían levantado unas expectativas que se iban a difuminar ante el inicio de la segunda mitad de la temporada, y de la manera más amarga, ya que el Gran Premio de Bélgica, la undécima prueba de un mundial aquejado de agonía crónica, se disputaba sobre un asfalto relativamente frío y un circuito amenazado a priori por la lluvia, circunstancias ambas que auguraban un entretenimiento que a la postre no iba a tener lugar ni posibilidad de cabida, porque el chico de Milton Keynes no iba a dejar ni las migajas a sus rivales.

Lewis, el poleman, tenía como compañero de salida precisamente a Sebastian, quien le superaba a las primeras de cambio para demostrar que Red Bull, lejos de haber perdido tono muscular en vacaciones, había encontrado aquella gélida superioridad que convirtió en legendario al RB7 de 2011.

No había nada que hacer y la cosa estuvo clara desde los primeros compases de la prueba. El RB9 del alemán partió, vio y venció como Julio César en las Galias, a resultas de lo cual, la carrera se iba a convertir en un truño indigesto a pesar de que Fernando, saliendo desde la nona plaza, alcanzaba a ponerse en quinta posición tras sortear a Mark Webber en Eau Rouge, y en tercera después de dar buena cuenta de Jenson Button y Nico Rosberg antes del giro seis.

Quedaba Lewis, pero para la vuelta número once, el británico de Mercedes AMG ya era historia para el asturiano de Ferrari, y a partir de ahí, como reconocería más tarde, el de Oviedo comenzaría a aburrirse porque Vettel resultaba totalmente inalcanzable.

Para compensar tanto tedio como destilaba la cabeza, la zona media se salpimentaba con algunas hazañas menores en las que destacaban nombres como Roamin Grosjean, Kimi Raikkonen y su abandono por quemadura de frenos, Esteban Gutiérrez, Sergio Pérez y pare usted de contar, entre otras cosas porque la realización de la prueba, lejos de comprometerse con eso que en argot se denomina espectáculo, desistió de sus quehaceres habituales por no saber a qué atenerse y nos sirvió a los aficionados un menú de imágenes endemoniadamente frío, en el cual, avatares menores como el sufrido por Pastor Maldonado en su tontorrona entrada a boxes, alcanzaron rango de epopeya bíblica porque la FIA y sus cosas, decidieron castigar como grave desorden un estúpido lance de carrera.

Faltaba lo mejor, o lo peor, según se vea. Greenpeace esperando en el podio, y en su antesala, Lewis y Sebastian departiendo amigablemente, mientras Fernando se acordaba seguramente de las palabras que le dedicó Luca Cordero di Montezemolo con ocasión de su cumpleaños. El equipo, sí, ¿pero dónde está el equipo cuando se le necesita?

Una remontada como la copa de un pino protagonizada por el español que no servía de absolutamente nada, ni para poner tibio el ambiente, porque el de Hepennheim corría solo, como se demostraría posteriormente en Monza.

Os leo.

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