En unos días nos plantamos en el circuito Gilles Villeneuve de Canadá
para representar el séptimo acto de esta temporada cargadita de
anomalías kafkianas. Ya lo he comentado alguna otra vez, ésta
sesión está viniendo a resultar un tanto excesiva, pero por un lado,
cabe decir que no quedará en la historia de nuestro deporte como la
única empañada por el ir y venir a los despachos y el consiguiente y
abundante ruido de fondo originado, y por otro, que tampoco deberíamos
llevarnos las manos a la cabeza porque está respondiendo
milimétricamente a una pésima planificación que no ha contemplado en
ningún momento, que la importancia de los cambios que sufrirá El Circo el año que viene y los problemas económicos derivados de la crisis, iban a pasar factura como lo están haciendo.
En este orden de cosas, la elongación por parte de las escuderías del
planteamiento técnico que sirvió durante 2012, nos está permitiendo ver
prácticamente los mismos vehículos que vimos el año pasado, con la
particularidad de que este escenario replicante ha penalizado particularmente a los equipos que habían apostado por jugársela un poco, que han visto así cómo sus expectativas se han convertido en agua de borrajas porque como se dice vulgarmente: no estaba el horno para muchos bollos.
McLaren por un lado y Williams por otro,
aunque desde diferentes ópticas, nos están ayudando a posar los pies en
el suelo de una sesión que no está resultando lo que se
esperaba de ella, pues ni más ni menos, sigue pretendiendo ser 2012 a
toda costa, aunque se ha encontrado con el escollo de que el diseño de
los neumáticos no había adoptado la misma perspectiva.
Sobre el papel, la apuesta de Pirelli por ablandar la estructura de
sus ruedas había sido bastante inteligente pues no hay mejor manera de
complicar las cosas a los departamentos de ingeniería de las escuderías
que atacando su flanco débil: la aerodinámica. Con unas suspensiones más
dulces (ya sabéis lo que pienso del calzado de los monoplazas, así que
os lo ahorro), la pelota del rendimiento neto del vehículo pasaba
inevitablemente por su afinado aerodinámico, pero ¿qué hacer cuando éste
persiste en no ser modificado?
Aquí entiendo que la FIA no ha sabido o querido zanjar el asunto a
tiempo. Bien porque la economía manda y los equipos (casi todos) no
están pasando por muy buenos momentos que digamos, el máximo organismo
no ha tenido redaños para defender la apuesta que él mismo había
propuesto para 2013, a resultas de lo cual ha puesto a Pirelli a los
pies de los caballos. Bien porque como de costumbre la Federación no
sabe ni por dónde le da el aire en eso de ofrecer espectáculo sin tener
interferir en la competición, su tradicional incapacidad para gestionar
los problemas ha derivado en una excesiva intervención de agentes
extraños, lo que a la postre ha incidido en que la milanesa se esté
jugando en estos momentos su buen nombre, caudal que mientras escribo
estas líneas incluso se podría dar por totalmente dilapidado. O por
ambas circunstancias a la vez, que también pudiera ser, pero el caso es
que no hay quien entienda nada aunque en el fondo todo esté más claro
que el agua.
Sospecho que la razón se impondrá más pronto que tarde. Una vez que Pirelli ha entendido
de una puñetera vez lo que se espera de ella, soy de la opinión de que
las aguas volverán a su cauce. Es cierto que habremos perdido un bonito
puñado de carreras en las que todo podría haber sido muy diferente, pero
como diría aquél: ¡más se perdió en Cuba!
Sea como fuere, mientras esperamos a que lleguen el Gran Premio de Gran Bretaña y sus novedades
a finales de mes, habrá que conformarse con disfrutar de Canadá en
estado puro, apostando eso sí, a que desde este próximo fin de semana a
dentro de veinte días, las escuderías y la FIA comenzarán a mostrarse
más satisfechas con el trabajo de la milanesa, empresa que entre pitos y
flautas, se la habrá envainado de mala manera, como se dice
vulgarmente, y habrá dejado de nadar contracorriente y hacer caso a
Bernie y sus moñerías, esta vez sí, por el bien del espectáculo, of course!
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