domingo, 3 de febrero de 2019

Michael y la hornacina


Me produce una sensación muy extraña ver cómo Michael se ha quedado como figura de santo en una hornacina, siempre con parecida postura, para muchos de los que alardean de ser sus más fieles seguidores.

Son tantos que habría que tasarlos por miriadas —no es para menos, el de Kerpen es nuestro último coloso—, aunque la mayoría tiene un denominador común: ha olvidado la etapa del alemán en Mercedes-Benz, o no quiere recordarla o sencillamente prefiere pasar de puntillas por ella.

Llevan al Kaiser en su avatar, pero siempre es el Kaiser de Ferrari. Alguno se atreve con el Schumacher de Benetton pero ya... y así, el Kaiser en Brackley es casi una anécdota y eso que para mí resulta el más interesante porque fue el que nos descubrió la auténtica medida de una Fórmula 1 en la que ya no quedaba sitio para gente como él.

Hace prácticamente cuatro años escribía sobre estos mismos pespuntes de la vida [Michael también pasó por aquí], y produce cierto vértigo comprobar que el grueso de aquel texto sigue teniendo plena vigencia. Habían transcurrido dos temporadas completas desde su abandono definitivo de la disciplina y todavía estaba tibio el accidente que nos lo arrebató de la vida pública para arrinconarlo quién sabe dónde, pero ya entonces sólo parecía existir un Schumacher: el que levantó La Scuderia, el que emuló primero a Senna, a Prost, luego a Fangio y por fin despegó vestido de rosso para hacerse inasequible al resto de los mortales.

Lewis viene fuerte. A poco viento de cola que reciba, en 2020 se nos pone en los números del alemán, pero todo el mundo coincide en que no será lo mismo. Bueno, coincide ahora, que más tarde ya veremos, porque ya imagino el panorama: sólo existirá el Hamilton de Brackley, como en la actualidad sólo existe el Schumacher de Maranello...

El ser humano no deja de sorprenderme. Sepulta lo molesto o aquello que cree innecesario y se queda con lo bueno, como si fuese posible que las monedas tuviesen dos caras y no una cara y una cruz, un anverso y un reverso, una luz y una sombra. Y repito, para mí el Michael que mordió el polvo en Mercedes AMG, pero así y todo acabó su contrato aguantando que Nico le batiera en clasificación y en carrera por tres años consecutivos, me explica mejor quién ha sido realmente como figura del deporte que el otro, el que con el paso del tiempo ha llegado hasta nosotros carente de aristas y muescas de tanta lija como se ha pasado por su superficie y de tanto barniz como se le ha dado.

Qué queréis que os diga, me gustan los tipos crepusculares y observar cómo lidian con la frustración y el ocaso. Ahí es donde obtengo su mejor medida.

Os leo.

4 comentarios:

Elín Fernández dijo...

Tremendo, José. De acuerdo en todo y ese último párrafo me describe a mí también. Por ejemplo, yo prefiero el Senna del 93, el Alonso de cualquier Ferrari en caso de hacerme un avatar de esos al que nos referimos. Me gusta recordarlos cuando lucharon con menos que cuando lucharon con todos los cuchillos. Así somos algunos fanáticos, quizás de esos que no usamos tanto Internet ni nacimos milenios.

anonimo dijo...

Cuando alguien ha sido una estrella indiscutida, y ha ganado todo lo que se ha propuesto, de alguna manera es meritorio y, al mismo tiempo, curioso, que siga compitiendo.
El ejemplo de Schumi, que nos traes en esta entrada, es muy claro. Quien había sido netamente dominante, casi hasta el aburrimiento, continuaba compitiendo cuando ya no tenía oportunidades de ganar. Algo ligeramente diferente le ocurrió a Fernando. En este caso él sabía que no podía ganar con McL, pero a diferencia de Michael sabía que aún estaba en forma para hacerlo (si solo hubiera tenido el coche correcto...).
Quienes ya tenemos poco por peinar recordamos a Navratilova. En este caso no hay medio mecánico al que hacer responsable del éxito o fracaso de nuestra campaña. Martina fue indiscutida por años, pero luego llegó Graf, y luego Seles... y Martina continuaba compitiendo. Para los espectadores es extraño: ¿Le falta ganar algo? ¿Lo hace por dinero? ¿Puede ser que disfrute su deporte aún siendo imposible llegar al nivel en el ranking mundial al que estaba acostumbrada?
Nuevamente en el tenis está vigente el ejemplo de Federer. Tiene familia y continúa compitiendo. ¿Qué más quiere ganar? ¿Qué lo motiva a tomar sus maletas a la madrugada, ir al aeropuerto, tomar un vuelo, para llegar a la primera ronda de un torneo?
De la vereda opuesta tienes a Scheckter. Hace unos años atrás lo invitan a un evento de autos clásicos y se sube a conducir "su" 312-T. Me llamó la atención cuando dijo (no recuerdo las cifras ahora) "Hace xx años que no conduzco un F1, y xx años que no conduzco un automóvil, y se sintió bien". Todo un campeón del mundo, y nada menos que con un Ferrari ¡Y no conducía! Llegó a donde cualquiera de nosotros soñó durante años...
Sds.
Martín

chema dijo...

El Schumacher de Benetton, extraterrestre. El de Ferrari, grandioso. El de Mercedes, algo desubicado y mayor para una disciplina que exige el 110% del piloto.

Un piloto con su físico y clase podría correr prácticamente hasta los 50, otra cosa es ganar títulos.

Pese a todo Michael por siempre, GRANDE SCHUMI!!!

matador dijo...

A riesgo de que me lluevan hostias como panes, voy a decir que Schumy nunca fue santo de mi devoción. Por supuesto que reconozco que fue el mejor de una década, y uno de los mejores de la historia. Tuvo el enorme éxito de congregar en su entorno a lo mejor de lo mejor y de estar en el momento justo en el lugar apropiado, que eso es difícil.

A pesar de los títulos, para mí será siempre el campeón de las sombras, de las maniobras maquiavélicas: el que puso a Ayrton en el límite y de quien sospechaba el astro brasileño que llevaba un sistema de control de tracción prohibido, el que trató de joder a Damon y a Jacques de la forma más antideportiva que se recuerda, el que aparcó en la salida de La Rascasse para que su joven heredero no hiciera la Pole.

Hace poco Lobato decía que para ganar había que ser bastante cabrón con los demás. Sin duda, Michael, en la pista, lo era. Y su grandeza no hace más que elevar la categoría de quienes le vencieron. Michael fue el que mordió el polvo con Hakinnen, Michael fue al que Fernando adelantó en la 130R de Suzuka y a quien, contra todo pronóstico y el establishmen, ganó en el título en 2006.

Michael empezó bajo el paraguas de Mercedes con su Junior Team en los grupos C, y quiso acabar también en casa. Las malas lenguas dijeron que no soportaba estar en el muro de los bólidos rojos viendo como Fernando conducía uno y administraba su legado. Una pena que no decidiera volver a la resistencia, en la época en la que todavía Audi, y luego Porsche, estaban por allí. Pero él no necesitaba aumentar su palmarés.

Salu2!