viernes, 5 de enero de 2018

Asociaciones y delitos [Michael]


Teóricamente, mi suegra y mi madre abandonarán este mundo antes que yo porque estadísticamente tengo más probabilidades de sobrevivirlas; aunque con esto uno nunca sabe, la verdad, mi hermano mayor, por ejemplo, se nos fue de las manos con 63 años, esperando el autobús que le iba a llevar a su domicilio para almorzar. Un día normal, vamos...

Era un día normal el pasado 5 de agosto, cuando de madrugada resbalaba en el baño de casa y tras dar con la cabeza en el suelo perdía el conocimiento y el golpe la abría como un puñetero melón...

Por supuesto, para Michael también estaba resultando una jornada normal el 29 de diciembre de 2013 hasta que aquel pequeño accidente desató la tragedia.

Mi médico, al ver lo que me había hecho en verano, me contaba que las caídas tontas son las peores mientras procedía a curarme y me advertía que durante las siguientes semanas anduviera atento a posibles problemas de visión o de olfato, o incluso de habla o de coordinación... Yo recordaba al Gran Caimán y lo sencillo que es apagar las luces de la sala.

De tiempo en tiempo limpio la carpeta spam del blog y en ella encuentro con todo tipo de cosas: desde mensajes de algunos habituales que vaya usted a saber por qué han acabado allí, a pishing, compadreo de páginas dudosas o exposiciones de lo más variopintas que me reprochan mis legendarios odios envidiosos sobre Lewis Hamilton y Sebastian Vettel, mi alonsismo, y, por supuesto, mi incoherencia en base a un sonoro antes decías y ahora dices...

Los muy cabrones tienen abundancia de pruebas, se lo reconozco. Vamos acercándonos a los 3.700 textos y os podéis imaginar que he aportado al enemigo munición como para hacerme astillas. Lo que sigue sin entrarme en la mollera es cómo esperan que piense lo mismo ahora que en 2009, por decir una fecha.

Si me pongo al teclado prácticamente a diario es para aprender, fundamentalmente. Si escribo sobre casi todos los pilotos es porque me he tomado la molestia de intentar ponerme en su piel al menos una vez por temporada. Si a Massa le sigo llamando mi Felipe es porque cada vez que le he dedicado unas líneas he pretendido valorarlo en su miserias y grandezas. Y quien dice el paulista dice Maldonado, Webber o cualquier otro conductor de esos que ni son figuras ni atiende nadie salvo para menospreciarlos porque no son los guays de la película ni, obviamente, aportan clics.

Por fortuna ya pasaron las efervescencias durante las cuales, algunos vettelistas o tifosi desengañados me deseaban la muerte. 2015 fue un año generoso en este tipo de despropósitos. El que no falta es Michael: finjo admirar al Kaiser cuando le dedico alguna entrada para ganar seguidores; no puede ser que le haya llamado sucio tantas veces, que le recriminara tan duramente lo que hizo en Hungría 2010 con Rubens, y que ahora venga con éstas...

A pesar de ser de Portugalete no soy perfecto, y con lo que llevo escrito es fácil colegir que prefiero madurar mejorando mi criterio o viendo de diferente manera las cosas, que quedarme anclado en determinadas posiciones per saecula saeculorum con tal de resultar atractivo a los que no entienden que morir resulta muy fácil y lo realmente jodido es vivir cada día sabiendo lo que llevas detrás e imaginando lo que queda por delante.

En todo caso, mi único delito con Michael es que le echo de menos aunque no sea 29 de diciembre ni 3 de enero. Miro el coche que abre esta entrada —obra de Nancorocks— y pienso inevitablemente en cómo lo hacía rugir, en cómo tomaba las curvas, en cómo se abría paso en agua... Es su ausencia no resuelta la que me anima a escribir de cuando en cuando sobre un hombre que me apartó de la Fórmula 1, al que aprendí a valorar gracias a los vídeos, al que defendí cuando volvió en 2010 y al que critiqué cuando estaba de nuevo en activo, pero al que una caída tonta nos lo arrebató de las manos.

#KeepPushingMichael... Os leo.

1 comentario:

tita hellen dijo...

Nunca sabremos si podremos ver a Michael tal y como nos dejó. Lamento mucho lo de tu hermano y espero que estes mejor de tu caída (aunque haya pasado tiempo).

Al final, no somos nada, como aquel que dice.

Un abrazo