Dispongo de algunos discos de Nina Hagen y hoy me ha dado por desempolvarlos para seguir ahuyentando polillas. El caso es que de los cuatro que tengo, me he quedado obnubilado con Om Namaha Shivay porque ha sonado en mis oídos como si lo escucharan por primera vez, que podría ser aunque lo dudo, porque de mis muchas cosas enterradas con la ilusión de poder ser disfrutadas antes de que me toque entregar la cuchara, que diría mi padre, la música siempre ha ocupado el terreno más blando y accesible porque sin banda sonora no soy capaz de tomar una miserable curva.
Lo estoy oyendo ahora mismo y veo gentes que temen la soledad como al trueno, pero que han aprendido a vivir en sus entrañas bebiendo el lodo amargo del suelo mientras recuperan fuerzas, porque los timbales de guerra siguen abriendo a jirones el espacio que les rodea...
De todo este sarao en que nos movemos ahora adelante, ahora atrás, me preocupa la palpable falta de sintonía que se ha abierto como una zanja entre pilotos y aficionados porque hay demasiada fábula suelta.
Cobran mucho, sí, pero no sólo por jugarse la vida, sino porque su trabajo se desarrolla en un universo que mueve cifras de dólares que quitarían el aliento al más pintado y que hoy por hoy les necesita. Son como los escritores e ilustradores, que valen lo que venden en ejemplares sus libros; o como los actores y directores de cine, que se cotizan por cómo funcionan las taquillas de sus películas; o como los músicos, etcétera. Y como ellos, los pilotos participan del negocio que les alimenta, tasándose al alza o a la baja a base de hacer lo que saben.
¿Son afortunados? ¿Y cómo valoramos eso? ¿Contamos los años de aprendizaje y combate antes de pisar la arena del circo? ¿Cuantificamos los sinsabores acumulados, las derrotas amontonadas en el armario, los chaparrones, las amonestaciones, las heridas, las retiradas, los errores, los momentos de duda, las nieblas abundantes, las luchas a muerte contra uno mismo o contra los rivales que suponen una barrera infranqueable que hay que derribar, sí o sí, para acariciar con la yema de los dedos el sueño de toda una vida?
Y además les pedimos que salgan guapos en las fotos, que sean más modestos y que hagan autocrítica...
¿Cómo se le puede pedir ese tipo de cosas a un individuo que se sabe solo y responsable del mundo en cuanto los músculos de su espalda se tensan como la cuerda de un arco antes del disparo; que ha aprendido a dominarse para dominar después su máquina; que sabe que a 300 por hora cualquier error cobra un valor incalculable porque no suele haber segundo intento; que conoce de sobra que lucha ante todo consigo mismo, y que tiene la imperiosa necesidad de saberse dios entre hombres, imbatible, gigante e irrepetible, soberbio como nadie, porque en caso contrario estaría perdido en esa apuesta al todo o nada que supone cada carrera?
6 comentarios:
Bonita entrada, que me hace reflexionar autocríticamente sobre los juicios que puedo emitir de los pilotos (pero lo que dices no es aplicable a Ecclestone, Todt ni Helmut Marko, ¿verdad?).
En el karting se ven a esas pequeñas personas, luchando por mantener sus máquinas en un trazado infernal, entre otros rivales dispuestos a luchar por cada centímetro... es emocionante, pero de esa emoción que te pone los pelos de punta y hace que te recorra un escalofrío por la espalda.
Yo ni lo razonaría. Que cada uno cobre según pueda. No existe mas justificación.
Se cobra en función de lo que se genera y de la exclusividad de lo que se hace. Siempre ha sido así.
Aquellos que critican y se envilecen de envidia por ser incapaces de aceptar que otros ganen lo que ellos son incapaces merecen tenerles pena e ignorarlos completamente.
Una lección de cómo decir tanto en tan pocas líneas.
Pues sí, molesta y suscita envidias.
Molesta en este mundo de mezquindades y ruindades ver el éxito de los otros, su seguridad, la rotundidad de sus decisiones, la valentía, las narices de tirar para adelante en solitario sin necesidad de “quórum” ni palmeros, corriendo el riesgo del todo o nada.
¿Y sabes por qué?, porque en esas mentes pequeñitas, este éxito ajeno destapa el fracaso propio, descubre el miedo, la inseguridad, la cobardía propias, la falta de valor para tratar de cumplir sueños…y sobre todo la falta de generosidad.
Así criticamos si viven aquí o allá, si cotizan allá o acá, si se van a tal equipo o vuelven de tal otro, si ganan mucho o dejan de ganar, si hacen tal o cual anuncio…porque valorar sus hazañas, su trabajo callado, los días entrenando sin ninguna ayuda ni moral ni económica, sencillamente, no nos interesa. Hay que “enmierdar” siempre, sí o sí.
Pues, malas noticias, por ahora no les van a reducir las ganancias...
Un besote
Además de todos los argumentos económicos que citas, Orroe, hay uno fundamental no pecuniario que esos mediocres envueltos en universos gregarios jamás podrán imaginar, disfrutar con lo que haces y la pasión con la que lo ejecutas.
En ocasiones, menos de las que me hubiese gustado, he tenido la tremenda fortuna de vivir situaciones similares, en las que trabajas en algo que te apasiona, estas bien remunerado y te acuestas cada día esperando que a la mañana siguiente despuntará al alba un nuevo día en el que ser mejor que ayer y aprender de ese nuevo día hasta el limite de tus fuerzas.
Esos mediocres tan solo conocen la mitad de la historia y además contada por segundas lenguas.
La pasión es el eje fundamental para estar donde están, solo el ánimo económico no puede rellenar los cimientos necesario para alcanzar esa brillantez.
Uno, su maquina y su pasión por lo que hace, al final eso es lo que queda sobre la pista. Ningún maletín rebosante de dinero acolcha lo suficiente las protecciones del circuito como para ser el único justificante de esa locura de los domingos, al final sobre la pista dejando de lado a las maquinas, todos son de hueso y carne.
El Piloto.
Pues más ganan los futbolistas, teóricamente la F1, categoría reina del motor tiene los 24 mejores pilotos del mundo (vale que no sea del todo cierto, pero pongamos que sí), pues fijaros quien podría ser el 24 mejor futbolista del mundo y compararlo con lo que gana Liuzzi o Glock. Como bien dices Orroe todo el asunto mueve unas cantidades de dinero inimaginables, y vemos lo que ganan los pilotos como actores principales, pero el resto del elenco se embolsa lo suyo también. En general la industria del espectáculo (deportivo u otro) mueve en los últimos años cada vez mas dinero y es lógico que quienes tienen el peso de mantenerlo se lleven su buena parte, pero a pesar de ser lógico tampoco deja de ser injusto.
Cosas del capitalismo triunfante!
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