domingo, 11 de septiembre de 2011

Una anécdota


Uno de los considerados mejores pilotos de la historia, el norteamericano Chuck Yeager, fue rechazado para integrarse en el programa de primeros astronautas de la NASA porque aunque disponía de un currículum que podía haber eclipsado el de cualquiera de los elegidos para la gloria, no daba el perfil que se buscaba. Ni tenía estudios superiores, ni su vida más allá de los aeródromos y aviones era motivo de exaltación patriótica. Era bueno, rematadamente bueno, tal vez el mejor, como atestigua su carrera, pero los inicios del programa espacial le tenían reservado un lugar entre sus sombras, y allí se quedó disciplinadamente, como buen militar que era.

El caso es que en 1963, Chuck partió de la base de Edwards para probar un NF-104 —versión preparada del F-104, una especie de misil con alas que por sus características y abundantes accidentes recibía el apodo de Widow Maker (enviudador)—, para en un momento dado clavarlo hacia el cielo y pulverizar el récord de altura que hasta ese momento ostentaban los soviéticos, dejándolo en 30.480 metros (la estratosfera, nada menos) antes de que el aparato entrara en pérdida y él tuviera que saltar in extremis con serias quemaduras.

Lo de menos para esta entrada es que aquella hazaña viniera a demostrar que con agallas y pericia, un hombre a bordo de un aparato razonablemente normal podía convertir en agua de borrajas años de diseño y toneladas de dólares enfocados a dar los primeros pasos en toda una carrera espacial. Lo importante, para mí, es que Yeager, como muchos pilotos de nuestra querida F1, podían superar a sus máquinas hasta hace relativamente poco, y que hoy, lamentablemente, ese modelo de comportamiento resulta impensable porque los trastos que conducen los chicos de la parrilla surcan otros derroteros diferentes a los que transitaban hace bien poco.

En este merequetén que sufrimos, me resulta muy complicado discernir qué pone el ser humano y qué da el monoplaza, y pensé en ello ayer, al ver a Bruno Senna, quien sin haber probado un F1 desde hace meses porque ya no hay entrenamientos entre temporada (su experiencia en Hispania tampoco era para tirar cohetes), hizo lo que hacía Nick Heidfeld cuando el alemán estaba en activo.

Van dos entradas del brasileño en la Q3, en dos participaciones. ¿Es tan bueno Bruno, o el R-31 podría llevar a ese lugar a cualquiera que cogiera su volante?

A mí me da qué pensar.

2 comentarios:

J-CAR dijo...

La edición del video de la conversación entre Stirling y Fernando se quedó con lo dulce y censuró lo agrio.
Moss: “Creo que en algún punto intermedio hay que encontrar un equilibrio entre el espectáculo y no hacer que los circuitos sean superfluos, porque no puede ser que se pueda correr sin ningún problema en todos los circuitos difíciles. Mi preocupación son las dotes. Es importante que quienes posean grandes dotes sigan siendo capaces de arañar esas décimas. Es de vital importancia mantener la diferencia entre un piloto bastante bueno y un piloto muy bueno. Porque, si haces la F1 demasiado fácil, se lo pones muy difícil a los mejores pilotos.”
Fernando responde que la ingeniería de los equipos es tan potente que en dos meses se comen cualquier intento por controlarlo y que para demostrar sus dotes un piloto solo puede compararse con su compañero.
Gené dijo que Eau Rouge “se pasa a fondo si o si, incluso con otro coche delante”
Lo de hoy de Fernando y Seb con la hierba, y lo que hace en otras ocasiones Lewis, me parece que es parecido a lo de Mansell en La Peraltada de México´90. Si el coche no me permite demostrar mis cualidades me va a tener que dejar echarle dos...
¡Saludos al anfitrión y a los invitados!

Nico Jusara dijo...

bueno, la pasada que le ha hecho a Buemi hoy atravesando el coche y alargando la frenada para quedarse con la cuerda en la chicane no ha estado mal!