Boadicea

Cuando aspiras a algo y partes en clara desventaja para conseguirlo, el cuerpo acostumbra a volverse mullida alfombra de silencios sobre la que caminas de puntillas, evitando así hacer ruidos que despierten el bosque y sus nieblas. La realidad se amortigua, se aleja pero no lo suficiente, sus sombras te engullen y los aromas otoñales te narcotizan mientras divisas clarividente, un horizonte que tal vez jamás alcances a tocar con las manos, pero que está ahí para ser señalado como confín de todas tus aspiraciones.

Fernando caía ayer derrotado en apariencia, sólo en apariencia. Minimizado el desastre que habría supuesto que Vettel aumentara su ventaja más allá de lo soportable, el asturiano rentaba su sueño haciendo añicos los de sus inmediatos rivales.

Así, si Hamilton se derrumbaba sexto en Mónaco, Webber lo hacía cuarto y Button cerraba el podio.

Alonso sigue trastabillando en la quinta plaza de la general, pero empieza a tener delante presas más asequibles que hace tan sólo una carrera, situación que podría suponer que la ecuación que se ha dibujado en las cinco pruebas anteriores a la de El Principado, lleva en su interior un invitado de piedra que sabe perfectamente que para aspirar al primer puesto conviene antes haber plantado el estandarte en los que le dan valor.

Fernando podrá decir cuanto quiera y lo que le plazca, pero la pátina que barniza su piel y su mirada delatará a quien sepa leer secretos, que su origen participa del de los árboles que divisan altivos el mar Cantábrico desde hace siglos; atalayas vegetales, verdes, frondosas y hermosas, que hunden sus raíces al amparo de las mismas montañas y rocas que soportan hoy vendavales y truenos; ayer, galernas y oscuridades; y que protegen desde que el mundo es mundo, las playas y puertos que han visto partir tantas veces a los que soñaron con retornar crecidos.

Es testarudo, lo afirmó él mismo el otro día, pero a lo peor no se le ha entendido porque camina como un poco ido y algo sin rumbo, como si no quisiera despertar el bosque, ni herir de sonidos tanto silencio como le rodea ahora que se apuesta su aventura a casi perdida.