domingo, 30 de julio de 2023

«Sufufu» a las tres


Vaya por delante que, en estos instantes, el bueno de Otmar me produce una ternura inabarcable. Subir así y que te tumben así... ya me entendéis. 

Otra cosa es que, como personaje público, el cuerpo me pida recordar la cantidad de memos que lo defendieron cuando decidió apostar por la mediocridad en Alpine, o que, forzando las cosas, maldiga la hora en que le han cortado la cabeza de un tajo en vez de someterlo a una evaluación carrera a carrera, por ver si era demasiado mayor para el cargo, por valorar si debía apartarse con efecto inmediato o se mostraba capaz de sobrevivir a los vientos adversos que hizo sufrir a Fernando Alonso, ya que fue él, no lo olvidemos, quien acabó con la historia del Nano en la francesa y quien se coronó de gloria con el Piastri affaire.

El infumable Raimon Duran argumentaba entonces que a Szafnauer se le debía un respeto porque había ayudado a construir la Fórmula 1 moderna, y escribí aquí mismo que, más que una defensa, aquella gilipollez suponía un nuevo clavo en el ataúd de nuestro deporte. 

Cuantos más inútiles ayudemos a que dirijan la F1, es obvio que peor nos irá, y aprovecho para decir: ¡vaya casualidad que don Lorenzo Stroll se lo quitara de encima y ahora sea Renault la que le ha dicho hasta aquí hemos llegado...! Sofá mediante, o no, hay cosas de primero de sentido común. 

Otmar Szafnauer siempre ha sido un tipo ramplón que ha vivido del cuento y, en tiempos más recientes, del apoyo numantino de BWT, pero si a un conductor lo miramos con lupa y lo medimos por sus resultados, con más razón deberíamos afinar el foco (en los mismos términos) con quienes han sido llamados a dirigir a los gladiadores en la competición. Machacó a Checo en Force India, rompió las piernas del asturiano y a ver cómo le va a Esteban sin el paraguas de su padre putativo...

Sea como fuere, Szafnauer es uno de los síntomas más claros de los males que aquejan a nuestra actividad —Duran también—. Exiliados los auténticos racers y suplantados por gerentes, lo mínimo exigible a la nueva hornada de guías del desfiladero es buena gestión, pero Otmar no vale ni para eso. 

Se comentó que venía a hacer limpia y que le llevaría algunas temporadas cumplir su cometido, pero visto cómo lo han despachado es indudable que había trasfondo. El caso es que don nada por aquí, nada por allá, contaba chistes cojonudos en la oktoberfest pero poquito más, y, llegados a este punto de inflexión dramática, no queda salvo rezar para que la FIA le brinde un cargo con paguita con el que llegar a la jubilación y los compañeros le regalen un Rolex por los buenos recuerdos y tal, porque éste se jubila del todo sin haber aportado nada a la máxima expresión del automovilismo deportivo, y ya os lo voy diciendo a tal fecha como hoy...

Os leo.

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