sábado, 22 de julio de 2023

¡Aquellos tiempos!


Resultaba un clamor volver a ver a Hamilton en posición de pole. Desde luego, a mí me costaba respirar, vivir, parpadear, hasta que esta tarde, por fin, el hijo del viento ha vuelto por sus fueros en Hungaroring y ha sumado una muesca más en su revólver, concretamente la centésimo cuarta de su carrera profesional en Fórmula 1...

Le ha costado, o eso se comenta. Desde el Gran Premio de Arabia Saudí de 2021 no pisaba el británico los récords de Senna y Schumacher y ya se echaba en falta, la verdad, la pena es que haya sucedido gracias a una nueva meada fuera de tiesto de la cúpula de nuestro querido deporte, y lo digo con la mano en el corazón.

A ver, los monoplazas actuales son muy delicaditos y conviene tocarlos lo justo, no sea que el espectáculo que ofrezcan en pista acabe pareciéndose al rescatado Grand Prix de Ramón García en RTVE, en el que lo rancio ha vuelto para arrancar las risotadas al respetable. Esto lo saben perfectamente la FIA y Liberty Media —me refiero a no tocar mucho los vehículos—, y también conocen que las ruedas son una parte indispensable de los autos y que hay un tipo de compuesto que se ajusta mejor que otros a cada tipo de diseño, de manera que podemos coincidir en que modificando el sistema de Clasificación imponiendo determinadas gomas en Q1 y Q2, se buscaba alterar el orden natural de la parrilla, cosa que se ha conseguido al menos en el estreno de la medida.

No doy mucho recorrido a esta pamplinada que lo único que consigue es complicar la vida de los equipos y pilotos —las relaciones de caja de cambio se escogen a comienzos del Mundial y no se tocan, por ejemplo—, amén de ofrecer una ventana de oportunidad a un conductor que sin este tipo de ayuditas no florecía desde hace una temporada y media, que se dice pronto.

El caso es que a Hamilton nadie le discute lo que consiguió cuando el espectáculo no se lesionaba tras récord y récord batido, tras hazaña y hazaña lograda. Él necesitaba sumar y aquí sumaba hasta el más bobo, y así estamos, mirando el pasado mientras el presente nos pasa por encima como una apisonadora. Gracias a Dios no hay nada que comparar y Ayrton seguirá intocable en su capacidad para firmar una obra maestra cada vez que circulaba a toda velocidad a una vuelta, aunque a ver quién es el majo que se lo cuenta a los nuevos fans.

Os leo.

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