sábado, 29 de julio de 2023

Siempre quedarás tú


Pasados aquellos tiempos en que sólo unos pocos nos atrevíamos a meternos con Pirelli a pecho descubierto, sacude un poquito el alma que, en pleno 2023, y muchas veces por un quítame allá esas pajas, la milanesa se haya convertido en el saco de las hostias para una afición a la que señalas la luna y se queda embobada mirando el dedo que apunta a nuestro satélite.

Aunque esté pasando casi desapercibido, el mamomeo deportivo que se ha organizado con la modificación en la construcción de las ruedas ha sido antológico, no obstante, el común de la afición está sacrificando a Pirelli en el altar de las ofensitas flanderianas porque su producto no es capaz de permitirnos disfrutar de una de aquellas carreras míticas bajo la lluvia que sólo recuerdan los que peinan canas.

El gran enemigo de este tipo de pruebas pasadas por agua siempre ha sido la visibilidad, escasa o nula según sea el caso. Llevo escribiendo sobre esto mismo desde que a Kimi le dio por tomarse un helado durante la interrupción del Gran Premio de Malasia de 2009, y, baste añadir que en aquella época suministraba neumáticos la japonesa Bridgestone...

Podría pasaros multitud de enlaces a entradas de Nürbu en las que avisábamos de lo que estaba sucediendo en cuanto a tamaños de vehículos, imperativos de la aerodinámica y otras historias, pero me siento perezoso así que disculpad que no abuse de vuestra paciencia.

Los coches son demasiado grandes y, en la actualidad, no se diseñan ni para circular a velocidad sobre mojado en trazados de dibujo mediocre, ni mucho menos para enfrentarse lloviendo a un cabrón de siete suelas como Spa-Francorchamps, plagado de zonas rápidas, frenadas y cambios de rasante. Nuestros monoplazas sencillamente no pueden competir en agua y mejor lo admitimos en vez de seguir recordando a Senna en Donington Park, pues, seguramente, el paulista tampoco se animaría a conducir en este tipo de condiciones peligrosas, repito: muy peligrosas. No está de más recordar que Lauda declinó disputar el Gran Premio de Japón de 1976 porque no se veía una mierda, así que tampoco abusemos del armario de los recuerdos, pues puede asaltarnos algún fantasma indeseado.

Y luego sí, está Pirelli con su porquería de gomas tanto para seco como para húmedo, pero, como vengo diciendo, no es el principal problema para que la Fórmula 1 nos chafe una bonita tarde prometiendo algo que difícilmente puede cumplir.

Os leo.

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