La burbujita en que vivimos daría para varios tomos de la Enciclopedia Británica ya que no es una burbujita cualquiera que hace flop si la pinchan, sino la burbujita blindada de nuestros anhelos, donde nos gusta vivir sin que nadie venga a amargarnos la fiesta.
Empero, de tanto en tanto surgen comentarios que contradicen nuestra percepción de la realidad y, siempre en legítima defensa, faltaría más, nos los quitamos de encima enarbolando el látigo de la indiferencia (Martín dixit) o acusando de desapasionados a sus promotores. Así, ocurriendo cosas nunca sucede nada, que es como se vive más cómodo.
Tampoco cabe de qué extrañarse. Si David Brabham y Jackie Stewart llamaron extraño al dócil comportamiento de Nico Rosberg en el Gran Premio de Japón de 2014 e hilaron una posible relación con la actuación del alemán en el de Italia y los sucesos de Bélgica, hoy hace falta vestirse de espeleólogo y tirar de cuerda para encontrar alguna referencia. Casi lo mismo sucede con la advertencia de Patrick Allen al respecto del peso de los ingenieros en la competición, o las palabras que vertió Bernie Ecclestone sobre el mismo asunto prácticamente por las mismas fechas (finales de 2015), o las que dedicó el Boss a Liberty Media en 2018 al respecto del pelotazo que había dado la F1 con su venta a la norteamericana...
Tenemos reciente el lío que originaron Nigel Mansell y Jackie Stewart poniendo en duda la grandeza de Lewis Hamilton, pero en un par de años lo habremos olvidado simplemente porque no refuerza nuestra creencia de que todo es perfecto aquí y no cabe sombra de duda. Y lo mismo pasará con el torpedo en línea de flotación que acaba de lanzar Alain Prost mostrándose escéptico ante el cambio de jerarquía que promete la normativa 2022: «Je suis toujours sceptique, car j’aime voir les choses... Mais avec moins de temps pour travailler sur les voitures et des règles plus strictes, cela peut être le cas, oui...» [Prost ne croit pas que la hiérarchie sera bouleversée en 2022].
Las palabras del galo deberían invitarnos a la reflexión y el debate porque su escepticismo no parece ser fruto de haber perdido la pasión, más bien, de mantenerla intacta a pesar de los años, pero su mensaje no interesa e inevitablemente quedará sepultado por las voces de los que sí entienden y nos prometen una rápida salida del desierto.
La Formula 1 vende ilusión y confianza más que espectáculo. Es así desde hace tanto tiempo que considerarlo una casualidad supone pecar gravemente de ingenuidad mayúscula, pero en realidad no importa porque en la burbujita que nos hemos montado se vive la mar de bien recordando un pasado que no ha de volver.
Os leo.
1 comentario:
Sabía que ibas a escribir sobre esto.
Nadie como el Profesor para decirnos que una cosa es el marketing y otra la realidad entre bambalinas.
- Si Liberty, que tanto quería mejorar el espectáculo, no ha conseguido meter en cintura a la FIA que sigue aferrada a su burocrática ambigüedad autocrática.
-Si Liberty no ha conseguido leerle la cartilla a Pirelli para que produzca ruedas en vez de pedruscos que permitan mayor variedad estratégica.
- Si la evolución durante la temporada y los test están tan limitados por una supuesta política de reducción de costes, que realmente lo único que hace es limitar la competitividad que amenazaria el orden establecido.
Si no han solucionado los problemas principales, por mucho que cambie el reglamento, no cambiará nada.
Liberty es una compañía de inversión. A buen entendedor...
Y no creo que haga falta ser el Profesor para verlo.
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