martes, 21 de noviembre de 2017

Everybody knows, Robert


No sé si es verdad o no, pero se decía de Sorolla que buscando nuevos límites que transgredir mientras pintaba, se ataba el pincel al antebrazo en vez de manejarlo sujetado con la mano. En sentido estricto el gran Joaquín se versionaba a sí mismo ejecutando la pintura al óleo con el codo y el hombro, útero donde todo buen artista sabe que germina el gesto.

Sí, ya sé que Fernando ha rodado hoy mismo en un Ligier del equipo United Autosports como el que seguramente utilizará en la Rolex 24 at Daytona este próximo enero. También conozco de sobra que nos queda una prueba para dejar atrás el calendario Fórmula 1, y que como pronosticábamos hace unos días [Informe de avances (Brasil)], Honda va a liberar en Abu Dhabi la caballería ligera que le queda en el establo 3.8. Pero sinceramente, prefiero dejar todo eso para los creadores de contenidos y centrarme en hablar de Kubica y de esos hombres que parecen alienígenas porque se reconstruyen a partir de filamentos de fracaso, como un Ave Phenix polaco en el caso que nos ocupa.

Hace años, poco después del accidente sufrido por el de Cracovia en el Rallye di Andora que por poco lo parte en dos, hablaba con dos amigas en Twitter y de los tres yo era el único que apostaba a que el jodido Robert volvía a la Fórmula 1.

Por lo que dicen algunas noticias ha llegado el momento e irremediablemente me acuerdo de aquella anécdota. Una de mis dos contertulias desearía no recordar este instante. La otra, seguramente la recordará con un poso de cariño, al menos eso espero.

Tengo cuñados de elite, Tim, Alfonso, y al segundo me remitía cuando llegado el momento defendía que el piloto de la triste figura podía volver al desempeño de conducir un F1. Neurocirujano, hermano mayor de Cata, admitía entonces la posibilidad y no me sentía yo capaz de contrarrestar sus argumentos: el ser humano, su cerebro, más bien, bajo determinadas premisas siempre se muestra abierto a contrarrestar las más adversas circunstancias. Otra cosa es que quiera sobreponerse a ellas. Nos entendemos, ¿verdad?

Eduard Punset cree en lo mismo y también el tristemente desaparecido neurólogo Oliver Sacks, quien en su obra Un antropólogo en Marte (An Anthropologist On Mars: Seven Paradoxical Tales), nos refiere a la magia que subyace en la antesala de eso que consideramos vulgarmente deterioro irreversible. Sin embargo, de Sacks me quedo con esa otra obra que fue llevada al cine: Despertares (Awakenings), porque todos los cuentos de hadas terminan por posar nuestros pies en el suelo, algo razonable, sin lugar a dudas.

Sea como fuere, Kubica ha vuelto y flirtea con la posibilidad de conducir un Williams el año que viene. Ha resultado doloroso, duro de cojones, pero Robert está aquí, incluso con ese brazo derecho que dicen muchos que apenas sirve de nada. Pero somos fundamentalmente cerebro y pienso en lo que ha aprendido a hacer su brazo izquierdo en todo este tiempo, en cómo uno hace de hermano mayor del otro, en cómo la cabeza del de Cracovia gestiona las diferencias. Pienso en Sacks y en el artista que había perdido su capacidad para ver los colores y se reconstruyó pintando en blanco y negro. En Punset y sus lecciones de humanidad más allá de la lógica. En Alfonso y su valiosa experiencia de campo en quirófanos y consulta. Y creo a pie juntillas que es posible que el polaco de esta historia sea capaz de sorprendernos.

Ha llegado hasta aquí y no veo por qué no puede llegar más lejos. No es el Robert Kubica que conocimos, es una versión renovada que resulta mucho más sugerente.

Tengo en la oreja la intro de la película Justice League. Suena el Everybody knows de Leonard Cohen cantada esta vez por Sigrid, y doy por seguro que el judío canadiense se levantaría de su reposo eterno para aplaudir a la chiquilla noruega que pone voz a sus letras.

Hay cosas que mejoran con las dificultades, atando el pincel al antebrazo y tirando de codo y hombro. Hay versiones que ponen sal y pimienta al original, y hay Robert Kubicas que piden a gritos un quiero verlo.

Os leo.

8 comentarios:

enrique dijo...

Estoy convencido que va a volver. Sería uno de esos casos de justicia divina. Lo que me genera mas dudas es cuando esté instalado el halo si va a tener muchas dificultades para salir.

Keskus dijo...

Me parece insultante que papá Stroll pudiera bloquear este fichaje porque quitaría el foco mediático de su hijo. Espero volver a ver a Robert, el destino le debe un mundial, aunque con verlo en la parrilla creo que todos estaríamos más que satisfechos

Anónimo dijo...

El gran Cohen era Canadiense

Jose Tellaetxe Isusi [Orroe] dijo...

Cierto, anónimo... ahora mismo lo cambio ;)

Un abrazote

Jose

enrique dijo...

Y budista en su última etapa 😉

Mario dijo...

Soy mucho más seguidor de los rallyes que de la Fórmula 1 y tuve la suerte de ver conducir a Robert conducir un coche de rallyes en unas pocas ocasiones después de su accidente. En Montecarlo 2014 se puso líder sobre unos tramos que tenían dos dedos de aguanieve, por donde yo estaba en el primer tramo la mayoría de pilotos pasaron tanteando el terreno; él pasó con una decisión y precisión que emocionó a la mayoría de los que estábamos allí. Es cierto que un WRC se coloca en las curvas usando el freno y acelerador; pero también hay que usar mucho el volante y a Robert le sobraba decisión pero no le faltaba nada. Un saludo.

Unknown dijo...

Ojalá sea una realidad volver a verlo en F1. Lo merece él y lo necesitamos los aficionados.

RAGOMCO dijo...

Te leo. Buenas noches