Orpheus In the Underworld

Sospecho que ahora mismo habrá una buena cantidad... Da lo mismo, que una buena o mala cantidad de gente ande rascándose los bolsillos por ver si tiene calderilla suficiente como para saber a qué demonios estoy jugando, no hace sino ratificarme en que hoy es uno de esos días buenos que merecen ser vividos.

Prometí tregua a Vettel hasta que no estuviera todo el pescado vendido y hoy me he puesto en el IPod el can-can firmado por ‪Jacques Offenbach‬ para su Orfeo en los Infiernos, porque si yo fuera Sebastian, que ni lo soy ni ganas que tengo, estaría lamentando y no celebrando esta mierda de título que ha ganado, y es que mañana nos hablarán de Prost y su calculadora, de lo bien meditado que estaba todo, pero sobre Interlagos ha quedado un chiquillo superado por las circunstancias, que ni ayer pudo sentar sus reales ni hoy ha sabido enfrentarse a la prueba de demostrar que es, como insinúan los números, el mejor piloto de la parrilla.

El alemán defendía sus opciones (eso decían y nos volverána contar mañana) pero ha perdido 10 puntos de su saldo de una tacada, y de la manera más tonta posible. Salida desastrosa, demasiada flor en el culo para seguir vivo, los Toro Rosso y Schumacher apartándose de mala manera... Todo de cara en una epopeya firmada con pulso tembloroso en la cual se ha llegado al fin propuesto como necesario, porque la parrilla no da para más. Suerte, en una palabra, resquicio en definitiva para que los que seguimos sin creernos la mascarada sigamos desconfiando de un título al que le ha sobrado un Spa fatídico que borró del mapa al tipo que más se lo merecía, el mismo que hoy ha luchado como un jabato para caer derrotado porfiando en la conquista de un récord que jamás acariciará el niño soñado, y es que hasta para morder el polvo hay que valer.

Alonso, Fernando, mi Nano y el de todos vosotros, se corona de nuevo como subcampeón, una brega que ni entiende ni quiere entender el hijo de los designios a dedo, en una caricia ponzoñosa que pone de relieve aquello que dijo el gran Ayrton, que todos los años hay un campeón, pero no siempre hay un gran campeón.

Vettel ha demostrado que todavía no está hecho, que naufraga, que por mucho que diga Serras que soporta la presión, necesita que le digan por radio que va rápido para que no pierda la compostura sobre un vehículo, el RB8, del que depende más que un crío de los sellos que le pone su profesora.

A cambio, hemos podido disfrutar de pilotos hechos y derechos. Lewis, perdido y sacrificado, inmolado injustamente en todo caso. Nico, exultante aunque excesivamente fogoso. Jenson pensando en rozar el cielo entre las sábanas con Michibata... Mi Felipe interpretando el papel de leal Sancho Panza, y el de Oviedo haciendo camino al andar, como siempre...

En esta nadería, Red Bull ha sucumbido estrepitosamente aunque se haya calzado también el de pilotos después del de marcas, pero el niño no convence ni llegando primero ni mucho menos terminando sexto cuando lo que se jugaba en tierras brasileñas no era quién ganaba el campeonato, sino quién convencía en este 2012 que acabamos de cerrar. Y el caso es que Sebastian ha triunfado enmierdado hasta arriba de dudas, sofocado por las prisas, asfixiado por un vehículo que le supera a todas luces y del cual tarde o temprano habrá de defenderse si quiere ser respetado.

Respeto, sí respeto. Fernando supone ese respeto que me sigue atando a todo esto. Dos subcampeonatos con el puñal entre los dientes me dicen que no estoy equivocado y que si él sigue, yo seguiré a su lado a pesar de que hay días en los que escribir me supone un esfuerzo titánico. Como hoy, noche de augurios funestos en los que me ha dado por brindar con un Cardhu por el personaje que mereciendo triunfar, ha caído de nuevo para mostrarnos cuán injusta es la realidad y qué grandes son los sueños que la sobreviven para indicarnos que no siempre alcanza el éxito quien realmente lo merece, y que a ellos, a él, más que a nadie, debemos arrimarnos ahora que las luces se apagan y el foro queda vacío.

Os leo.