domingo, 20 de mayo de 2012

Égoïste!


Que te llamen egoísta no es cosa que permita echar cohetes, primero porque el adjetivo lleva una buena carga negativa dentro, de la que bien mirado no conviene ni fardar; y segundo, porque si los lanzas pues entiendes un halago en vez de una reprobación, a lo peor quien te ha dedicado la saeta entrevé un piquito de soberbia en tu reacción, que no hará otra cosa que reafirmar su convicción de que eres un perfecto egoísta, esta vez de tomo y lomo...

Así, acepto serlo, y bastante, entre otras cosas porque siendo testarudo como soy, sin disponer de un puntito de egoísmo en mis entrañas, la cosa vendría a significar que voy por la vida ejerciendo de idiota, cosa que honestamente no creo. Y es que el egoísmo, según para qué asuntos, es incluso estrictamente bueno y necesario.

Para lo mío, la creación literaria o gráfica, desde luego, y para lo que hacen los pilotos durante las carreras, también, de aquí que me sienta tan identificado con todo esto. 

O crees en lo que haces o no crees en ello. Y si crees, como es mi caso, la prioridad inmediata pasa por asegurarte de que el entorno más cercano te deje hacer así te partas los morros. Fe en uno mismo lo llaman algunos, pero no nos engañemos, la palabra egoísmo va mejor para definir este extraño y desdeñado estado de ánimo que nos lleva a algunos a encerranos en nosotros mismos, a buscarnos dentro, a olvidarnos de lo que hay fuera o nos rodea, y a pensar, en definitiva que si el mundo tiene ombligo, sin duda lleva nuestro nombre y apellidos.

Obviamente, con el egoísmo pasa como con todo, que hay grados y diferentes niveles de tolerancia que conviene no traspasar por aquello de seguir en pie y poder seguir así estirando la cuerda. Se puede ser egoísta a cierta edad, peinando canas, por ejemplo, cuando la vida comienza a resbalarte por las cicatrices de la espalda, o si es el caso, más joven, pero siempre y cuando los méritos te avalen, porque en caso contrario no dejarás nunca de parecer un chiquillo. Pero fuera de este marco, hay que admitir que ser egoísta sigue teniendo muy mala prensa y peor publicidad.

Sí, el egoismo es interesante como fórmula de supervivencia en ambientes ásperos. Tiene sus cosas, ¿cómo no iba a tenerlas?, pero en líneas generales, bien gestionado da más que quita.

En la F1 me parece indispensable, pues supone una arista en la personalidad de los pilotos que siempre es de agradecer, porque si no creen ellos en lo que hacen, ¿quién se creería nada? Pues eso. 

Ahora bien, la otra cara de la moneda del egoísmo también tiene sus cosas propias, de manera que como se tuerza algo, tanto ego altanero y suelto origina que se exterioricen modales de mulero mal hablado al respecto de un compañero, un rival, o contra la propia escudería. 

Como buen egoísta, soy permisivo con todo esto del egoísmo deportivo, ¿cómo demonios no iba a serlo? Aunque hay una cosa que me jode, y mucho, porque los egoístas de los circuitos resultan atractivos o incluso sexys, y a los de a pie, a los que no somos alumbrados por los focos ni se nos hacen preguntas ante las cámaras, sencillamente se nos señala con el dedo.

Os leo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"...sin disponer de un puntito de egoísmo en mis entrañas, la cosa vendría a significar que voy por la vida ejerciendo de idiota..." Que gran verdad. En la vida hay veces que uno tiene que pensar nada más que en si mismo para que no te arrollen.
Me encanta la foto!!

Un beso, Susana