Chirría un poco que la escudería que los años pasado y anterior iba sentando cátedra en cuanto a deportividad y buenas maneras en la F1, que incluso impartía dogma sobre quien evolucionaba bien, incorrectamente o sólo maquillaba sus monoplazas, ande ahora perdida señalando a Pirelli como causa determinante de sus malos resultados (bueno, no tan malos, que Vettel lidera el campeonato de pilotos), cuando hace poco el problema era según Newey, que la nueva reglamentación sobre mapas/motor se insinuaba que había ido a por la austriaca.
Con Lotus arreando desde la sombra y Williams rejuvenecido, poco se puede argumentar, para bien, se entiende, sobre la caza de brujas que supuestamente ha sufrido Red Bull, equipo que comparte propulsor con las aludidas. Más bien, alguien ajeno a todo esto diría que la de Milton Keynes, por razones diversas, no ha sabido o podido adaptar su RB8 a las nuevas condiciones normativas...
Con las Pirelli siendo constantemente sufridas en sus rarezas de rendimiento por todos y cada unos de los vehículos en cada nuevo circuito del calendario, y con el eco aún reciente de las palabras de Michael Schumacher a su salida del G.P. de Bahrein, la queja expresada ayer por el capo di tutti capi de la bicampeona del mundo, Dietrich Mateschitz, suena a pillar el carro de una coyuntura manifiestamente favorable, en definitiva, a excusa de mal pagador que no sabe dónde meterse cuando le presentan la factura que olvidó abonar.
Siempre he dicho que a Red Bull la perdía esa imagen chubarra y altanera de nuevo rico, de adolescente crecido en un éxito tan mínimo como evaporable; que me parecía que la estaba jodiendo con las patas de atrás, si se me permite la expresión, porque los logros obtenidos deben ser correctamente gestionados y no dilapidados con menudencias que nunca llevan a ninguna parte. Que lo peor de todo ha sido y sigue siendo que por H o por B, la actitud de marras está empañando la soberbia calidad del deslumbrante Sebastian y de ese astado que siempre pasa desapercibido y que atiende al nombre de Mark Webber, inaccesible como piloto desde una opacidad manifiestamente impuesta por Helmut Marko y sus lebreles.
La austriaca, sobre el papel, lo tiene todo, absolutamente todo: una joven promesa encumbrada por dos campeonatos consecutivos, uno de los mejores muros de la parrilla, tal vez el mejor ingeniero de la década, una escudería que funciona como un cronómetro, pero le falta dar el paso hacia la madurez aceptando de una vez por todas que el viento no siempre tiene por qué ser favorable y que existen momentos en que hay que pelear sin cartas marcadas.
En este sentido las evidencias de estos últimos días, meses tal vez, le están dando la razón a Lewis Hamilton cuando dijo aquello de que «Red Bull no es un constructor, es una compañía de bebidas.»
Y es que en el paddock hay que saber estar a las duras y a las maduras, y la de las bebidas energéticas está dando el cante con tanto señalar al ruedo. ¿Que no se puede o sabe dar la talla? Pues como Williams, McLaren o Ferrari: a dar la cara para que te la partan hasta que soplen aires mejores, que en la vida no siempre se acierta y los ejercicios de humildad siempre vienen de perlas.
Pero sobre todo, a proteger lo conseguido con la frente bien alta, sin sembrar dudas, no vaya a ser que sembrándolas, alguien ajeno a todo esto se pregunte si no fuiste tú quien ganaste lo que has logrado aprovechándote de alguna ventaja, incluso llegando a pensar que ahora te quejas de lo que te beneficiaba en exclusiva en otras épocas. Pongamos por caso, las Pirelli...
1 comentario:
este es de los que me gustan jejeje
Tienes toda la razón. Son excusas y eso que Vettel es primero!!!
Lo que sí huele es lo de Pirelli.Ya no digo que sea a drede... pero sí mantengo que son una caja de bombones....
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