La vida nos lleva a escapar de la realidad haciéndonos preguntas que 
no responden a aquello por lo que sin duda deberíamos interrogarnos una y
 otra vez. La F1, como todos los deportes, como ellos espejo de lo 
cotidiano, reflejo de nuestros anhelos y temores, mira también donde no 
debe para calmar sus propias dudas entreteniéndose en debates estériles,
 o en hacer valoraciones que no llevan a ningún lado.
Así, en vez de tratar de aclarar qué demonios está sucediendo para 
que las escuderías punteras no hayan encontrado aún el clavo en el que 
dar, la necesidad apremiante de sentirnos vivos como aficionados, nos 
lleva a sopesar el futuro sopesable de Felipe Massa o incluso a 
sospechar que la importancia que algunos dimos a las Pirelli en esta 
temporada, lleva más calado del que imaginábamos tanto unos como los 
enemigos de las conspiraciones.
Lo cierto es que no arreglamos nada, como siempre, pero nos 
divertimos, y de qué manera. Total, que con Mónaco asomando por el 
horizonte, seguimos sin saber qué van a hacer equipos como Red Bull o 
McLaren, mucho menos a qué atenernos ante una carrera a la cual los 
protagonistas llegan bastante difuminados porque en las cinco anteriores
 han sido cinco los pilotos que han logrado la victoria y por tanto, la 
tabla general de conductores está a día de hoy más apretada que nunca.
Desde inicios de sesión me decanté por valorar en negativo las 
posibilidades de la austriaca. El RB8 me parece un vehículo resuelto sin
 la limpieza de sus antecesores, el RB7, RB6 y RB5. No lo veo bien 
terminado, y aunque los resultados y las evoluciones que ha sufrido en 
apenas un par de meses han venido a darme la razón en mis suposiciones, 
no es menos cierto que Sebastian Vettel lidera el mundial de pilotos y 
Red Bull el de marcas.
En el caso del MP4/27 de McLaren, el camino que he seguido ha sido el
 contrario. Me gustaba como monoplaza, pero ya no me gusta tanto. Creía 
que tenía posibilidades, pero ahora sinceramente dudo de que las tenga 
más allá de calificar bien o pelear por alguna victoria…
Seguro que me estoy equivocando, pero podría mencionar los ríos de 
tinta que originó el C31 de Sauber y animaros a mirarlo donde está en 
estos momentos. También podría comentar las buenas vibraciones que 
despertó el W03 de Mercedes AMG, toda vez que Michael Schumacher comenzó
 la temporada encaramado vistosamente a las primeras posiciones de la 
parrilla. Por poder, desde luego que podría señalar esa soberbia 
expectativa que suponía el S-Duct a la hora de revolucionarlo 
todo, pero la verdad es que tenemos las manos vacías más allá de admitir
 que los Lotus están bien asentados y que Ferrari va resolviendo sus 
problemas.
Ni las soluciones mayúsculas han sido tales, ni hay atisbo de que 
este año, a diferencia de los anteriores, podamos meter mano a los 
monoplazas para señalar en ellos una parte que signifique una ventaja 
real.
Desterrada la eficacia de los escapes sopladores sobre la parte alta 
de los difusores, democratizados los efectos de la flexibilidad de los 
morros, erradicados los mapa/motor retardados y su influencia sobre el 
comportamiento de los suelos de los vehículos, nos hemos visto situados 
ante un escenario que sencillamente no comprendemos y al que no sabemos 
ni por dónde cogerlo. En sentido estricto, esta situación debería 
resultarnos notablemente buena, porque a fin y a cuentas viene a 
significar que hay menos secretos en liza y que por tanto podría existir
 una mayor importancia de lo mecánico sobre lo aerodinámico, pero…
El caso es que sea como fuere, seguimos dando palos de ciego. O mejor
 dicho, los hemos estado dando hasta hace nada, para conformarnos a 
partir del G.P. de España con asistir con la boca abierta a lo que se 
ofrezca en cada nueva cita. Nadie se moja, nadie quiere hacerlo, y es 
que en el fondo sospecho que nadie podría hacerlo ni aunque quisiera.
Mónaco está a la vuelta de la esquina, y en él se consume casi el 
primer tercio del campeonato, tiempo suficiente para que hubieran 
comenzado los descartes por arriba, pero no, en ese sacrosanto lugar de 
la parrilla tenemos a prácticamente todas las escuderías punteras 
luchando coco a codo unas con otras, separadas acaso por un puñado de 
puntos que se volverían papel mojado a una o dos pruebas con viento de 
popa. Y esta situación es buena, manifiestamente buena, lo malo es que 
todavía no hayamos encontrado la forma de explicarla porque a lo peor no
 hemos formulado las preguntas correctas, que podría ser.
 

 
1 comentario:
Ya sé que no viene al caso pero mejor con fondo blanco...je je
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