Vuelve Drive to Survive y creo que este año la volveré a esquivar malamente —nunca se puede escapar del todo—, como hago con Embrujadas (Charmed), que también es una serie dramática de fantasía sobrenatural, un decir.
Tengo una cierta edad, valoro mucho mi tiempo y no tengo ganas de desperdiciarlo con ópticas y planteamientos que ya me suenan de haberlos visto otras veces y en otros sitios, pues se centran en la pulsión adolescente que distingue a la mayoría de seguidores de los deportes de masas, y no menciono el fútbol por no levantar ampollitas flanderianas, ya me entendéis.
Por mucho que se empeñe esta gente, la Fórmula 1 es pista, cronómetro, buscar los límites sobre el asfalto y superarlos, a poder ser sin banda sonora ni una voz en off que te susurra al oído una realidad alternativa que, cito: surge del acceso exclusivo a pilotos, directores de equipo, propietarios y FOM, eso sí, plagada de ausencias, rebosante de buenos y malos de folletín, y de un exceso de guión que hace bueno cualquier programa sobre extraterrestres, y sin ofender aquí a los alienígenas, ¡sólo faltaría!
Os leo.
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