Conociendo a la Bruja de Blancanieves, de saber cuánto la añoramos, incluso sus más feroces detractores, nos montaba un crowdfunding para que costeáramos su retorno a tocateja.
Bernie sí entendía en qué consiste eso de mostrarse disruptivo, que no empodera vestir ropa interior como la que dibuja el cuerpo de Jennifer López en los anuncios de Intimissimi, sino recuperar por asedio, sangre o fuego, los tronos arrebatados, que a la edad de 93 años ya suman unos cuantos; a qué sabe el verbo volver y cómo se hace pagar los destrozos a cuanto mercachifle pisa el paddock y ha consentido, con verdadera autocomplacencia infantil, que la Fórmula 1 haya retrocedido décadas hasta convertirse en un circo con menos alicientes que aquel donde tuvo lugar la guerra FISA-FOCA y del que sobresalió como Napoleón en Austerlitz.
Basta ver la calidad versallesca de los actuales litigantes por el poder en nuestro deporte y que se nos caigan los calzoncillos al suelo. Intrigantes de medio pelo luchando por miserables platos de lentejas. David Richards, Mohammend Ben Sulayem, Stefano Domenicali, Toto y Susie Wolff, ¡madre del Amor Hermoso!, y benditas ignorancia y desmemoria que impiden a los chiquillos sufrir de pesadillas en sus sueños.
Tuvimos suerte de disfrutar de verdaderas luchas entre auténticos leones que buscaban reinar en la sabana. Max Mosley, Flavio Briatore, Ron Dennis, Luca Cordero di Montezemolo y la rubia Malibú que estaba en todos los saraos, tan presta a cobrarse favores como a perdonar ofensas sin olvidar jamás el nombre del agraviante. Incluso los secundarios del reparto sabían más y mejor que ahora cuando recibían sobres y callaban como rameras dando pleno sentido a la mítica Piscina de Pirañas...
Nos estamos quedando para vestir santos y encender cirios. Lloriquea el piloto y lloriquea su jefe. Bernie sonreía y tiraba de talonario, me diréis qué coño se puede comparar.
Os leo.
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