El estreno del Miami International Autodrome como trazado del Mundial suscitaba algunas dudas. A priori era un circuito afín a las características de rentabilidad aerodinámica que ofrecían los RB18 de Milton Keynes, pero, al cabo, el F1-75 de Charles Leclerc fue el que destacó en entrenamientos y clasificación, y las manos del monegasco las que obtuvieron la pole el sábado, con Sáinz a prácticamente dos décimas y Verstappen a dos y media...
En principio la carrera proponía un bonito tête à tête entre las dos escuderías, que acabó cobrando sustancia en una prueba reñida que terminó con Max en la primera plaza, Charles y Carlos en las segunda y tercera, respectivamente, y Checo en la cuarta, todos ellos metidos en un abanico de diez segundos y medio, lo que hablaba a las claras del enorme equilibrio de fuerzas que reinó en una cita que no movió posiciones en cabeza —Sáinz lideró momentáneamente en el giro 27— desde que el entonces vigente campeón del mundo arrebató el puesto de privilegio a Leclerc en la vuelta 8, y contando con el Safety Car desplegado tras el accidente de Lando Norris en la 41.
Para lo que nos ocupa en esta pequeña saga [#RBR'22] no resultan relevantes las acusaciones de mojigatería que se vertieron sobre Maranello, ni la extraña estrategia que brindó el muro rosso al piloto español, que lo llevó a defenderse agónicamente de Pérez en los últimos instantes de la carrera, ya que lo importante, desde mi humilde punto de vista, fue que, en la quinta disputa del calendario 2022, se reflejó de nuevo la enorme igualdad habida entre plataformas y, obviamente, que los detalles iban a resultar definitorios.
Ambos vehículos sufrían de porpoising, aunque en la austriaca lo gestionaban mejor y por tanto consumían menos goma, entre otras circunstancias, y, total, transcurrido casi el 25% de la temporada Ferrari continuaba liderando la tabla del Mundial de Constructores con 157 puntos y Charles Leclerc la de Pilotos (104), aunque Red Bull y Max Verstappen ya estaban literalmente encima.
Os leo.
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