La verdad es que la cosa estaba saliendo regulinchi para ser un plan hábilmente preparado por Milton Keynes y la FIA con tal de destruir el espectáculo y acabar con la excelencia de Brackley en Fórmula 1.
El Gran Premio de Australia 2022, celebrado el 10 de abril, iba a arrojar un saldo desolador para las intenciones insultantemente dominadoras de Red Bull. Ese mismo día, al anochecer, Maranello casi doblaba en puntos a la de Horner en la tabla de Constructores (104 a 55), Charles Leclerc prácticamente triplicaba el conteo personal de Max Verstappen (71 a 25), y, para colmo de males, el monegasco se calzaba en Albert Park el primer Grand Chelem de su carrera profesional habiendo conseguido la pole, liderando toda la prueba y obteniendo la vuelta rápida en carrera. Pero no adelantemos acontecimientos.
Obviamente la prueba fue monocromo leclerc con Il Predestinato haciendo soñar a los tifosi, a lo grande, se entiende.
Carlos Sáinz aún no había asimilado que las inmersiones tibias en el campeonato no suelen suponer una buena idea, de manera que se mostró tibio en clasificación, torpe en la salida, y cuando luchaba contra los Haas perdió el control de su F1-75 y abandonó. Técnicamente Ferrari acababa de regalar unos bonitos puntos a la austriaca, pues Leclerc, aunque en plan dominantorro, se enfrentaba solo en Melbourne a la entente de las bebidas energéticas, Max delante y Checo detrás, con Russell dispuesto a amargar la fiesta a Hamilton.
Ahorro pormenores, diculpad. El caso es que si había alguna esperanza para Verstappen de repetir la hazaña de Arabia Saudí en las últimas vueltas [Y seguimos bien (RBR 2022)], se evaporó en el giro 38 a causa de una estúpida fuga de gasolina.
Os leo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario