Sí, estoy al corriente de que Toyota ha conseguido mover las fechas de las 6 Horas de Fuji para que no se solapen con las del Gran Premio de Japón F1, pero con vuestro permiso y el de los que ya se están rasgando las vestiduras, pretendo echar el ratito hablándoos de William Grover-Williams, el primer británico y espía que ganó un Grand Prix.
En realidad lo de espía vino mucho después del episodio que vamos a tocar esta tarde, así que podemos dejarlo de lado para retomarlo otro día.
En fin, os cuento: Antony Noghès ya había alumbrado lo que hoy conocemos como Rally de Montecarlo y para 1929 había concitado a su alrededor los apoyos necesarios para que se disputase una carrera de velocidad por las calles de la capital del Principado.
El color es importante en este punto. William ha vestido su Bugatti de color verde (green, como mandaban los cánones británicos), y se incribe junto a otros quince locos entre los que se encuentran Rudolf Caracciola, Hans Stuck y Georges Philippe Rothschild, de los Rothschild de toda la vida, quien corre bajo el pseudónimo «G. Philippe» para no poner en guardia a los gacetilleros. En todo caso, es una bonita panoplia que quedará reducida al final a tan solo nueve que ven la bandera, el último de ellos con trece vueltas perdidas.
El Grand Prix resulta mucho más duro de lo previsto. Son 100 vueltas al trazado de Mónaco...
Caracciola parte como favorito pero Grover-Williams le da réplica desde el primer instante a pesar de que sobre el papel su auto parece muy inferior. Carach se rehace y logra adelantar al ágil Bugatti con dorsal número 12 que se mueve por las calles de Montecarlo como pez en el agua, pero las gomas en el SSK del alemán terminan pasándole factura y el británico acaba navegando en solitario en pos de la victoria.
Y así sucedió y así os lo cuento. Os leo.
Luis II, abuelo de Rainiero III y bisabuelo de Alberto II de Mónaco, otorgó personalmente el placem a la idea del bueno de Noghès, consciente de que aquel tipo de aventuras automovilísticas de principios del siglo pasado disponían de la mágica capacidad de proyectar cualquier nombre al estrellato... Si entonces un villorrio como Le Mans ya había adquirido cierto renombre gracias al deporte de las cuatro ruedas, por qué no intentarlo con una bellísima ciudad como Mónaco, cuyos pies eran lamidos por el mismísimo Mediterráneo.
En estas estamos y el protagonista de nuestra entrada es en aquella época poco menos que un secundario de película, y de los buenos. Chauffeur del pintor, retratista y fotógrafo, sir William Orpen (William Newenham Montague Orpen), queda finalmente dado en prenda junto a un Rolls Royce y algunas otras minucias, en el acuerdo conciliador resultante de los dimes y diretes que mantienen en los tribunales Orpen y su ex amante Yvonne Aupicq.
Yvonne y William se enamoran y posteriormente se casan, lo que permitirá que Grover-Williams pueda dar salida a su afición preferida, en la que por cierto, está enfocado al menos desde finales de 1925: disputar carreras de coches, y con ocasión del I Grand Prix de Monaco que se celebrará el 14 de abril de 1929, nuestro héroe consigue enrolarse en la armada Bugatti, conduciendo un Type 35B, un biplaza con motor de ocho cilindros en línea y 2,2 litros modo sobrealimentado, que al año siguiente también resultará vencedor en la prueba monegasca aunque pintado de azul y con René Dreyfus al volante.
El color es importante en este punto. William ha vestido su Bugatti de color verde (green, como mandaban los cánones británicos), y se incribe junto a otros quince locos entre los que se encuentran Rudolf Caracciola, Hans Stuck y Georges Philippe Rothschild, de los Rothschild de toda la vida, quien corre bajo el pseudónimo «G. Philippe» para no poner en guardia a los gacetilleros. En todo caso, es una bonita panoplia que quedará reducida al final a tan solo nueve que ven la bandera, el último de ellos con trece vueltas perdidas.
El Grand Prix resulta mucho más duro de lo previsto. Son 100 vueltas al trazado de Mónaco...
Caracciola parte como favorito pero Grover-Williams le da réplica desde el primer instante a pesar de que sobre el papel su auto parece muy inferior. Carach se rehace y logra adelantar al ágil Bugatti con dorsal número 12 que se mueve por las calles de Montecarlo como pez en el agua, pero las gomas en el SSK del alemán terminan pasándole factura y el británico acaba navegando en solitario en pos de la victoria.
Y así sucedió y así os lo cuento. Os leo.
1 comentario:
Sigo sin saber a qué juegan en Grove . Van de pobres por el paddock pero le birlan a Paddy a Mercedes . Y el Sudafricano pedía en Brackley el oro y el moro para renovar .
Montan una pareja de pilotos de Gp2 y estuvieron hasta última hora lanzándole el anzuelo a Fernando .
Prometieron al español un proyecto serio , con el misil que les vende Stuttgart y el tiralíneas de Lowe , apoyados por el pastizal de papito Stroll.....y ahora van insinuando por ahí en voz baja que si estuviesen a la par de Force India sería un milagro.....¿A qué juegan en Grove?
Te leo maestro .
Saludos
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