domingo, 21 de febrero de 2016

La rivalidad


Mañana empieza el sarao propiamente dicho, y aunque es de esperar que entre labores de instalación y otras menudencias se nos pase media semana, lo cierto es que éste vuestro humilde servidor, se siente feliz con tamaño acontecimiento.

Qué queréis que os diga. Dentro de unas horas se acaban las menciones a la merma, a los cuñaos y a la madre que pintó de azul a todos ellos, porque será momento de desempolvar las bolitas de cristal para ver antes que nadie qué nos deparará el Mundial. Desde luego, también flocererán las banderitas de colores sobre el tapete, que permitirán dentro de unos meses gritar aquello de ¡yo lo vi primero! ¡ya os lo dije yo! ¡fui yo, fui yo...!

Es broma. En el fondo me encanta observar cómo por mucho que nos muelan a palos desde las televisiones y los medios de comunicación, cada temporada por estas fechas, del primero al último mono hace las paces consigo mismo y con su afición del alma, para centrarse en las mareas de datos y estadísticas que sacudirán la playa de nuestros amores, sin atender a que en las pruebas de pretemporada las escuderías pueden hacer de su capa un sayo porque hasta Melbourne, cuando la FIA esgrima el reglamento y saque la foto definitiva —la que vale—, todo el monte es orégano, incluso la potencia disponible en cada vehículo.

Pero a lo que iba, que me distraigo. He pasado el día abusando de las redes sociales mientras organizaba en carpetas cuanta imagen sobre los monoplazas de este año caía en mis manos. Hay que cumplir con la liturgia y un Mundial no comienza como Dios manda hasta que no se hace un buen preview, y creo que hay material suficiente como para que 2016 merezca la pena. 

Otra cosa es que mientras me ocupaba en estos menesteres, me ha dado por pensar en qué sería de la Fórmula 1 si Jackie Stewart y Emerson Fittipaldi, o James Hunt y Niki Lauda, por ejemplo, o El Chueco Fangio y Stirling Moss, por estirar la cuerda, se hubiesen entretenido midiéndose la herramienta en términos de quién aburría más que quién.

Puede parecer mentira pero está sucediendo. Sebastian Vettel y Lewis Hamilton andan metidos en una pelea verbal bajo los términos que he mencionado más arriba. El alemán acusa a Mercedes AMG, escudería donde milita el británico, poco menos que de echar a los aficionados de los circuitos y pantallas de ordenador y televisión con su dominio de estos años, y el de Stevenage le replicaba ayer o anteayer: «Yo aún no causé tanto aburrimiento...»

Hemos hablado tanto de la ausencia de rivalidad como causa del aburrimiento en Fórmula 1, que da hasta un poco de pereza repetirlo, más si cabe cuando nos viene tan al pelo y por boca de un tetracampeón y un tricampeón mundiales, pero toca, toca decirlo otra vez, porque resulta lamentable y porque este escenario ha supuesto a la postre uno de los principales motivos de devaluación de nuestro deporte. Y no es que estemos hablando de que una escudería —por ende sus coches y pilotos—, no encuentre un rival a su altura sobre el asfalto, sino porque incluso cuando sucede en las propias filas porque el coche lo permite, léase Mark Webber o Nico Rosberg, el equipo se encarga de que el segundo no haga sombra al elegido.

No sé si la solución pasaría por liberar a los ingenieros de pista para que hicieran la guerra por su cuenta. 

La máxima disciplina del automovilismo deportivo ha desequilibrado tanto la balanza hacia el lado técnico y estratégico, que a día de hoy, los conductores pintan casi menos que quienes les pasan la información y las órdenes por el pinganillo. En todo caso, sería cuestión de mirarlo. Lo que no parece de recibo es que los aficionados detectemos que no existe auténtica rivalidad y que Lewis y Sebastian se quejen de lo mismo, ya que no supone ningún consuelo imaginar a Alain Prost y a Ayrton Senna, cuando dirimían sus cuitas en Mclaren, esgrimiendo frente a Ron Dennis el consabido: «yo aburro menos.»

Como colofón: Zolder 1982. Gilles mira a Didier —en primer plano y desenfocado—. A nadie le pueden caber dudas de que el canadiense tiene intención de merendarse a su compañero, incluso perdiendo la vida en el intento.

Os leo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues sí, la verdad es que esto ha perdido todo el interés que tenía. Una lástima la verdad pero así de duro es.


King Crimson