martes, 31 de marzo de 2015

Órdenes de equipo


Hoy no está Celes para leerme pero estoy escuchando The Weary Kind y distingo su voz al otro lado del teléfono diciéndome ¡a que no tienes huevos! 

Mira que le contestaba yo a él: no le digas eso a un vasco, que es aviso de terremoto. Pero oye, nada, que aquí estoy, escribiendo a media tarde una entrada de esas que hago de vez en cuando y meto luego en frigorífico, a la espera de que el tiempo me acabe dando o quitando la razón.

Normalmente me la da, para qué voy a engañaros. No estaría donde estoy si no fuera así y no tendría tanto hater suelto a mi alrededor, desde luego, si mis palabras no llevaran algún que otro peligro prendido de sus letras. El 8 de noviembre de 2013, por ejemplo, señalaba a Lewis Hamilton como campeón del mundo 2014 [El bicampeón] siendo yo tildado ya de alonsista bilioso o negativo de profesión, porque mi piloto estaba siendo vencido una y otra vez por Sebastian.

Me enternece el miedo que sentís ante la palabra negocio. Se os llena la boca mencionándolo cuando Caterham o Marussia sucumben a los rigores del invierno o cuando a Bernie o la FIA sufren de tarantela. Pero es lo que hay. La Fórmula 1 es un enorme negocio vestido de deporte en cuyo interior, del primer al último mono vela por seguir explotándolo y beneficiándose, claro.

Tal es el portento que mientras mirábamos para otro lado, el piloto ha ido perdiendo importancia y es que seamos sinceros, ¿quién estaría tan loco para ofrecer las riendas de una cosa tan importante como es el dinero, a unos tipos que deciden jugarse la vida a 300 kilómetros por hora? Pero para que el ardid funcione hacen falta poetas, seres ingenuos que crean en lo que hacen, que se extrañan y cabrean cuando las cosas no salen como debieran, que preguntan por radio si es normal ir perdiendo un segundo por vuelta o si era pertinente que en el último pitstop, el equipo haya recomendado duros en vez de medios cuando estaba previsto todo lo contrario... Hay un capítulo completo en mi libro dedicado a esta ingenuidad necesaria.

No tengo miedo al término negocio y quizás por ello veo la Fórmula 1 de manera distinta, aunque disfrutándola igualmente. Me encanta observar el paddock como un parquet donde diferentes empresas juegan a duplicar o triplicar, o perder acaso, todo lo que han puesto en juego en la bolsa de las vanidades y las alubias, mientras a nosotros sólo se nos exige lealtad y fe a cambio de disfrutar de veinte o veintidós ingenuidades totalmente genuinas, que evolucionan como pueden sobre el tablero que han diseñado sus patrones.

Querría saber. Discernir el futuro desde mi silla ergonómica donde paso la mayor parte del día. Pero ahora que Lewis está a punto de estampar su firma en el contrato de renovación con Mercedes AMG, imagino Abu Dhabi y la espectacular lucha que tendrán dos pilotos alemanes por alzarse con la corona del Mundial de Pilotos 2015, quién sabe si con un británico y un español como firmes candidatos a arrebatársela. 

Hay que recuperar el Gran Premio de Alemania como sea y cualquier esfuerzo será poco. Pena que la ingenuidad piense que va en kayak cuando en el fondo, todos sabemos que no navega sola sino en trainera, ya que las órdenes de equipo ahora están permitidas.

No hay casualidades, que diría Thorne, aunque sea casual que hoy precisamente, te eche tanto en falta.

Os leo.

2 comentarios:

Nico dijo...

ok, te llevo la apuesta, Lewis será tricampeón este año!
Un saludo

Anónimo dijo...

Dos pilotos... alemanes (??) disput... ...un británico y un español firmes candidatos a... Y un casco prusiano enmarcando el conjunto.

Apuntado en la nevera. A esperar.