viernes, 6 de marzo de 2015

La culpa fue del Cha-cha-chá


El libro que estoy preparando para publicar antes del Gran Premio de España se sigue haciendo en el horno a fuego lento. Quizás más lento de lo que me gustaría, para qué vamos a engañarnos si nos conocemos.

La parte mala es que con el mes de Febrero que me he metido entre pecho y espalda, acumulo un retraso considerable porque tampoco os voy a mentir en esto: me cuesta lograr la necesaria concentración a la hora de corregir el texto... La buena es que, lisa y llanamente, puedo confirmaros que la gente que ha tenido acceso al primer capítulo completo, me ha trasladado un montón de buenas vibraciones.

Y es que sí, compartía este primer bocado del libro en Twitter, pero como no estoy a lo que hay que estar, se me olvidaba hacerlo aquí.

Lo vamos a remediar en seguida, al final de esta entrada. Pero antes, os dejo que leáis una viñeta que nadie ha leído todavía y que espero que sea de vuestro entero agrado.

«La Fórmula 1 no era ajena al movimiento telúrico que estaba a punto de mover los cimientos de nuestro mundo, pero la crisis aún no había golpeado el paddock y éste, escenificaba en ese preciso instante y como ningún otro lugar sobre la Tierra, eso que más tarde nos echarían en cara cuando dijeron de nosotros que vivíamos por encima de nuestras posibilidades. 

Pero no adelantemos acontecimientos.

2007 fue un año de euforia, quizás el último. Bancos, corporaciones y aseguradoras, todavía se disputaban cada centímetro cuadrado de las carrocerías de los monoplazas y el dinero parecía fluir con facilidad en el interior del paddock. Grandes fabricantes como Toyota, BMW u Honda, compartían escenario con las escuderías de siempre: McLaren, Ferrari, etcétera, o con iniciativas peculiares como Super Aguri y Spyker. Entre tanto, Bernie Ecclestone insistía en hacer correr a la parrilla en trazados nocturnos iluminados por la luz de los focos o en llevar el negocio a destinos tan exóticos como India o Corea del Sur, barajando incluso la posibilidad de que se pudieran celebrar pruebas similares al Gran Premio de Mónaco, en capitales como Londres, Roma o Moscú.

En consonancia con esta burbuja alimentada de optimismo, lo conseguido por Fernando Alonso durante los años inmediatamente anteriores había permitido en casa, que las carreras de coches robaran protagonismo a nuestro bendito deporte nacional, el fútbol. Y andábamos ebrios, para qué vamos a ocultarlo. Tanto, que incluso había quien pensaba que la ilusión estrenada en 2001 carecía de fecha de caducidad. 

Pero la tenía, y si en lo social y económico íbamos a comprobar muy pronto que se nos podía integrar sin preaviso ni consentimiento en el acrónimo PIGS —sigla compuesta por las iniciales de los países del sur de la eurozona: Portugal, Italy, Greece y Spain, cuyo significado literal es «cerdos» en inglés—, en Fórmula 1 estábamos a punto de comprender que nuestra inmortalidad, se levantaba sobre unos hermosos pies de barro.

Así las cosas, mientras Carlos Hipólito seguía poniendo voz en off al Carlitos Alcántara de la serie Cuéntame cómo pasó, una buena parte de nuestro país vivía el desembarco de nuestro bicampeón del mundo en McLaren, con absoluta y autocomplaciente ingenuidad.»

Y ahora sí, el enlace. Os leo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No suelo comentar, pero debo decir que ha sido, es y seguirá siendo una gozada leerte.

josetxo

GRING dijo...

Fantástico y prometedor. Pitstop en el denso "El puente" de Remnick para disfrutar de tu prosa formulera.
¡Te cuento!
Saludos
P.D. Cada vez que leo abajo que "No soy un robot" me da una alegría...8-)

GRING dijo...

Yo no estaba por aqui en esa época. Hamilton no es santo de mi devoción. No me gusta su filosofía de vida ni su forma de actuar. Y sigo pensando que entonces se comportó de manera arrogante y tensando la situación, a pesar que el tiempo todo lo relaja. Odiar, no odio; soy incapaz. Pero reconozco que hice vudú con un McLaren de Scalextric, su foto y alfileres (bromas con mis hijos, entiéndase) que funcionó perfectamente en China y ni te cuento en Brasil. Difiero contigo en considerar "democrática" a la red de redes. Prefiero entenderla como "demagógica".
¡Esperando el segundo capítulo!
Saludos!!