Adrian Newey no existe, o mejor dicho, el Adrian Newey que vemos por los circuitos, y cuando le vemos, es un Newey suplente, un individuo con una asombrosa similitud física con el mago británico que solo se parece al auténtico Adrian Newey.
He llegado a esta monstruosa certeza tras explorar meticulosamente cientos de instantáneas y horas y horas de video y después de haberme puesto en contacto con un primo segundo de la secretaria del contable de Infiniti en Hong Kong, quien entre entrega y entrega de pizzas me ratificaba que algo de ello hay, aunque por cuestiones de seguridad, a todas luces comprensible, no ha podido decirme más.
Esta y no otra es la razón de que Adrian Newey parezca ido, como si estuviera en otro sitio cuando tenemos la fortuna de verlo —de creer verlo, más bien—, de manera que ya no tacha de convencionales los diseños de sus rivales, no arremete contra la FIA por la prohibición del FRIC, no canta en la ducha y ni siquiera se hace responsable de lo que sucede en los circuitos con su última criatura, el RB10. No puede, es una vulgar encarnación artificial del mito y cualquier desliz podría dar al traste con la magistral idea tejida en Milton Keynes por la cual, se trata de proteger el tesoro más codiciado de Red Bull.
Hasta donde he podido llegar, me consta que en diciembre pasado, cuando lo de sus quejas porque necesitaba que se elevara el peso mínimo y se comprendió que Adrian podía estar pasando una grave crisis de ansiedad, se barajó la posibilidad de comprar la estatua de cera de Jaime de Marichalar y con un par de retoques hacerla pasar por él en el paddock y los garajes y muro de la austriaca, pero el riesgo de desmantelar la operación era demasiado evidente. Newey acostumbra a ir con su libreta de notas caminando por su propio pie de una lado a otro, y habría quedado ciertamente extraño que en los entrenamientos de Jerez se le viera siendo trasladado en carretilla de reparto por un mecánico de la casa, como Hannibal Lecter en las películas.
Debió ser entonces, a diciembre me refiero, cuando se descartó lo de utilizar la figura de cera, que alguien pensó en contratar los servicios de un suplantador de identidad, quien a partir de entonces ha ejercido de Adrian Newey con total naturalidad —es una exageración, desde luego—.
Como fondo de la cuestión y advierto que esto es de cosecha propia, intuyo que Newey sabe algo sobre lo sucedido estos últimos cuatro años que Milton Keynes no ha querido que trascienda, y claro, bajo tanta presión como estaba soportando el británico con que no le funcionaba la unidad de potencia de Renault y el RB10 ya se sabía desde octubre pasado que iba a salir castañón de narices, Red Bull ha preferido apartarlo delicadamente de sus funciones públicas, dando paso a un o varios suplentes, que se encargan de que la normalidad impere en el seno de la tetracampeona del mundo.
¿Os preguntábais por que´ Adrian no es feliz con los resultados de Daniel Ricciardo; por qué Sebastian Vettel llamó despectivamente pepino al RB10; por qué no castiga verbalmente los diseños de sus contrincantes; por qué parece que Helmut Marko es la única voz de Red Bull...? Pues dejar de hacer preguntas, ¡coño!
Os leo.
1 comentario:
Sin duda ninguna el gran reportaje a día de hoy, la bomba informativa, sería una entrevista en la que el jodido Adrian nos explicara a todos, incluidos los ingenieros de la competencia, que coño ha hecho en sus RB para que fueran tan inmensamente superiores a todos los demás en curva. Probablemente ha sido un compendio de soluciones y no solo una pero me rio yo de los Mercedes de esta temporada porque si la unidad de potencia acompañara Redbull estaría donde acostumbra, es decir, muy por delante de todos y sin escapes soplados que era el "invento" al que todos echaban la culpa de su superioridad. Podemos ver en todos los GP que su paso por curva sigue siendo con mucho el mas rápido.
Un saludo a todos.
Álvaro.
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