Sólo a un tipo como Bernie se le puede ocurrir seguir golpeando en
los riñones del deporte cuando el árbitro ha dado por finalizado el
asalto.
La Fórmula 1 de 2014 es asín, como diría aquél, porque lleva
tiempo caminando en este sentido concreto y no en otro, no porque haya
surgido vestida de verde como de la nada, que sería lo que se podría
entender cualquier navegante poco avezado al escuchar o leer las duras
palabras que tuvo a bien dispensar a la FIA y equipos anteayer, el
imprescindible Ecclestone.
Bernie está cabreado y lo ha
exteriorizado sin contemplaciones. Ha llamado farsa a lo que hemos visto
en Jerez, y ha ejercido su derecho a la pataleta afirmando: «Si querían correr así deberían irse a Le Mans.»
Buena comparación en todo caso, aunque intuyo que en origen no
pretendía ser tan certera. Y es que los aficionados hace tiempo que han
comenzado a irse a Le Mans trantando de encontrar un espectáculo en la
Resistencia que no hallaban en la Fórmula 1 por mucho que ésta corriera
en desiertos lejanos o de noche, bajo la iluminación de los focos.
A Bernie no le molesta que los motores no produzcan el ruido de
antaño o que la competición se haya fijado en limitar el consumo para
acercarse a la producción de calle, lo que le jode es que la normativa
consensuada entre las escuderías y la FIA para 2014 en adelante, no se
corresponde con su modelo de explotación del negocio y en
consecuencia, como tiburón que es, el octogenario británico ha comenzado
a dar dentelladas a diestro y siniestro abonándose a la figura del
fracaso de las nuevas expectativas, como hacen los dictadores cuando ven
tambalearse sus respectivos imperios.
Él o nada ha venido a decirnos para meternos el miedo en el cuerpo.
Pero él tiene poco que dar a cambio de ese agorero escenario que nos
sirve como horizonte, porque ha sido uno de los directos responsables de
que las cosas hayan llegado tan lejos. Emergencia de circuitos carentes
de atractivo en lugares ignotos, mientras se arrinconaban trazados
saturados de atmósfera deportiva en la vieja Europa; búsqueda
infructuosa del espectáculo mientras las gradas se han ido quedando
vacías por lo caros que son los asientos y porque sobre el asfalto, no
suele ocurrir nada de nada; asedio a los medios por hambre de
información, guerra a la difusión generalista, cruzada contra los
aficionados que trataban de contribuir desde Internet a la ampliación
del eco de la F1; opacidad, comisiones, malas compañías…
Bernie ha dicho tantas veces que él es la Fórmula 1 que ahora no
puede quitarse de encima la grasa como si aquí no hubiese sucedido nada,
para parecer inmaculado cuando dice: «La gente quiere ruido, algo especial, de eso trata la F1. Ahora tenemos motores silenciosos y a nadie en la pista», olvidando que ese algo especial
al que alude, es precisamente lo que ha ido perdiendo el deporte bajo
su prolongado mandato, incluso cuando rugían sobre el asfalto los más
ruidosos que ahora V10 de comienzos de la década pasada. Él estaba allí;
él abrió la puerta al retorno de las marcas a finales de siglo; él
participó en Dios sabe qué cambio de cromos; él impuso su ley bajo el
mandato de Max Mosley; él vio partir a los grandes motoristas (BMW,
Toyota, Honda) y puso piedras en el camino de los nuevos parias; él
seguía allí cuando llegaron Red Bull y sus lentejas y él debería estar
aquí para recoger lo que ha sembrado.
Los aficionados han puesto sus ojos en la Resistencia porque a día de
hoy ofrece más alicientes que la máxima expresión del automovilismo
deportivo, porque ha sabido recobrar ese algo especial que en
palabras del británico ha perdido la F1 con su ruido característico y en
el fondo, porque las carreras como Le Mans y sus entornos inmediatos,
carecen de personalismos tan imprescindibles como el que Bernie propone
en la figura de Bernardo I «El Iluminado». Bien está por tanto, al menos a mí me lo parece, que la Fórmula 1 explore otros formatos, aunque sean más silenciosos.
1 comentario:
Creo que se podría cambiar lo de 'imprescindible' por 'impresentable'.
Un saludo!
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