jueves, 3 de diciembre de 2009

El último mohicano


El mercado de pilotos ya no es lo que acostumbraba. Antes, eras bueno, eras el campeón del mundo o lo habías sido en un pasado cercano, y se te rifaban. Antes, digo, eras bueno, eras un tipo que había demostrado su solvencia, y se te rifaban también. Pero llegaron los nuevos tiempos, y con ellos la suplantación de los buenos contenidos en el deporte por el más innoble mercadeo.

La cosa que hemos vivido a finales de 2009 es para preocupar. Ha salido a relucir que lo que realmente interesa en el paddock es que el precio del piloto resulte asequible para la escudería, que traiga pasta gansa bajo el brazo, o que en su caso haya quien le pague el sueldo; de no ser así, no habríamos asistido al bochornoso espectáculo que se ha desplegado recientemente ante nuestros ojos.

Lo enfatizaba el otro día Rubens Barrichello al comentar que en Brawn nadie había movido un dedo por asegurar la permanencia de los dos pilotos que habían dado al equipo el mundial de marcas y de conductores. Lo seguimos viendo con el trato dado por Ferrari a Kimi, o con el que está dando Renault a Kubica, pero sobre todo lo percibimos en la falta de mordiente que están mostrando las escuderías por llevarse a los buenos hasta los asientos de sus coches… La calidad parece que ya no interesa, al menos no como antes, y lo digo como lo siento.

Salvando dos o tres casos contados, el resto de espadas se las han visto y deseado para encontrar plaza de cara al año que viene, incluido Jenson Button, vigente campeón del mundo, y eso me parece pernicioso para la supervivencia del deporte, porque traslada la responsabilidad de un buen sitio a otro malo. Me explico.

Como en toda actividad deportiva profesional, los pilotos tratan de mejorar en lo suyo y destacar entre los rivales, por asegurarse la permanencia cuando menos hasta el término de su carrera, de manera que cuanto mejor lo hagan, mayores serán el rendimiento económico obtenido y su seguridad ante el futuro. La cosa va así en F1 y en fútbol, o en cualquier otra modalidad de espectáculo deportivo, porque como efecto colateral tenemos el nada despreciable de que los anunciantes y patrocinadores podrían perder el culo por hacerse con el servicio de los mejores, lo que a la postre beneficiaría, y de qué manera, al propio negocio.

Así las cosas, que la patronal haya escenificado este año una penuria de ideas y una falta de cintura y de confianza tan extremas como la mostradas, viene a rubricar que el interés descansa ahora en la viabilidad económica de los proyectos y en su proyección publicitaria, y que para lograrlas no parece imprescindible la calidad de los auténticos protagonistas.

La verdad es que ya lo imaginábamos, pero no servido con tanta sal gruesa. Lo vimos cuando observamos impávidos cómo un novato Lewis Hamilton levantaba de un merecido asiento a Pedro Martínez de la Rosa sin dejar siquiera que el barcelonés se defendiera durante un par de carreras. Luego vino lo del feo asalto a Alonso, y un largo etcétera de inconsistencias que han terminado este año con el penoso deambular por los circuitos de un inane Nelsinho Piquet, con la extraña alternativa dada a Luca Badoer, con la presencia injustificada de Kazuki Nakajima y otros, o con la sustitución de Sebastien Bourdais por Jaime Alguersuari…

Siempre ha habido pilotos buenos y pilotos del montón, incluso malos hasta decir basta. No trato de decir lo contrario. Pero no hace mucho se valoraba a los primeros en su justa medida, y sin embargo ahora parece que se desestiman sus bondades o las malpagan, y eso es lo que veo mal, porque a partir de ya mismo ¿por qué van a luchar, por conducir mejor e ir más rápido, o por prosperar en los despachos?


Se ha establecido una plataforma de apoyo a Pedro, a favor de que se integre en Sauber y siga deleitando a sus seguidores. Yo ya he firmado.

1 comentario:

Jose Tellaetxe Isusi [Orroe] dijo...

Buenas noches.

Yei, el caso de Kimi, independientemente de si está un poco travieso o no, encaja con lo que he dicho muchas veces: necesitas mimos, lo que no le desmerece nada, porque en cuanto se siente arropado sienta sus bemoles porque tiene un algo especial que yo voy a echar mucho de menos.

Un abrazo

Jose