Permitidme que aborde por una vez (seguro que no es la última) un asunto que parece más propio de la crónica rosa. Ayer nos enterábamos de que Ron Dennis y su esposa Lisa daban por concluidos 22 años de convivencia, y si la noticia, como ya he dicho, sería apropiada si este blog tratara de cosas más serias que esto del deporte de la F1, lo cierto es que viene a sumarse a ese montoncito de matices sin aparente importancia que se vienen percibiendo en el seno de McLaren desde que ha comenzado la pretemporada.
Si en un primer momento alabé que Heikki Kovalainen fuera el sustituto de Alonso, tardé poco en delatar que la elección del tercer finlandés consecutivo en la historia de la escudería de Woking podía tener mucho que ver con un interés especial de Mercedes por cuidar su imagen en un mercado que había desprotegido —no recuerdo si lo había comentado aquí, pero el mercado que cuida tanto Mercedes-Benz es el de los camiones, ni más ni menos, porque en los países nórdicos la competencia en ese ámbito es sencillamente brutal—. Dicho esto, intuí que Mercedes quería a un finlandés, de nuevo, en las filas de McLaren, y que ese hecho delataba un cambio de rumbo estimable porque suponía que se había acabado el trágala de Hamilton como niño bonito del equipo anglo-germano.
Como quiera que en diciembre, el segundo de Dennis nos había soltado algunas perlas sobre lo que se esperaba del piloto inglés, y éste, tras verle las orejas al lobo que se oculta bajo la piel de Heikki, se había desatado reclamando igualdad para ambos pilotos y otras zarandajas, reiteré que mi intuición cobraba mayor peso del esperado.
McLaren no ha andado bien a pesar de las apariencias, y para muestra el botón que nos ha regalado a primeros de este mes, porque tener que recurrir a que cuatro bocazas impedían el normal desarrollo de los entrenamientos ya que alteraban la concentración de Lewis, sonaba a excusa de las baratas, porque entre los tapones en las orejas y el casco, el británico no tuvo posibilidad de escuchar nada.
Y ahora Lisa. Y es que un matrimonio de 22 años es mucho matrimonio como para tomárselo a la ligera, y como Ron no da el tipo como para ocultar alguna aventurilla (bueno, Todt tampoco, y ahí le tenemos, así que no pongo la mano en el fuego), presumo que la mujer que enjuagaba las lágrimas de su esposo ante las cámaras cuando las cosas iban bastante mal, ha dicho ¡basta! Y si lo ha dicho es porque o bien ha descubierto que su Ron ha cambiado mucho desde que lo conoció (podría ser), o porque la convivencia se ha hecho inaguantable, y es aquí donde yo quería llegar, porque cualquiera que se haya gastado el pastón que se ha gastado Ron en la educación de Lewis, ante la coyuntura de que este año su pupilo haga el canelo, andaría por casa como un bachimuzú (¡por fin, Capitan Haddock!), y eso no hay lealtad que lo aguante.
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